Para oler más y mejor
18 de febrero de 2019
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El sentido del olfato juega un papel importantísimo en la calidad de vida del ser humano. Cuando por cualquier situación transitoria, digamos, una obstrucción nasal por catarro, nos molesta la afectación de no poder saborear las comidas u oler la fragancia de un perfume.
¿Qué decir entonces, de quienes viven con una perenne disfunción olfatoria?
En términos médicos, se denomina ANOSMIA a la reducción máxima o desaparición de la percepción de los olores. Dolencia casi desconocida que puede producir serias consecuencias físicas y psicológicas a quienes la padecen.
A pesar de lo que muchos puedan pensar, es de carácter grave, y trae aparejado problemas emocionales y nutricionales.
No se puede obviar la información constante que brinda el olfato al ser humano, tanto en lo referente a la propia alimentación, como en la detección de olores vinculados con el entorno (gas, humo, etc.).
Hay que tener en cuenta, que quien padece de anosmia no puede degustar sus alimentos, y por tanto pierde el placer de la comida. Además, existe siempre el temor de que algún alimento esté en mal estado, y no percatarse al comerlo, lo que es una premisa de intoxicación.
Pudiéramos concluir, que el olfato enriquece la vida de forma sutil y emocional. Quines padecen de esta enfermedad viven con la angustia de su higiene personal, del olor que despide su cuerpo, aliento, o su ropa. Temen los contacto interpersonales, y los psicólogos hacen referencias a casos que sufren una compulsiva necesidad de bañarse, lavarse y cambiarse de ropa constantemente, por el temor a oler mal.
La literatura médica destaca, que la anosmia puede ser una afección, o un reflejo de otras patologías. Influyen diferentes causas que provocan la pérdida del olfato, o también la hiposmia (oler poco) y la hiperosmia (oler en exceso), que devienen variantes que afectan a las fosas nasales y a su sentido principal.
La afección se presenta por obstrucción de la entrada de aire a la parte superior de la nariz, donde se encuentra el nervio olfativo y, por ende, el sentido del olfato. Puede ser un trastorno congénito, o secundario como consecuencia de otras disfunciones.
Si es congénita, resulta irreversible, porque generalmente es debido a la falta de desarrollo del nervio olfativo. Aparece por un traumatismo en la parte del cerebro en la que se encuentra la memoria. Al no estar habilitada esta zona, o estar dañada, es imposible que el paciente pueda identificar olores.
Quizás uno de los problemas más generales de esta patología, es su difícil detección. Los pacientes suelen descubrirla a partir de los 10 años de edad, cuando el médico busca las posibles causas de anorexia o falta de apetito, y se detecta la incapacidad de diferenciar sabores por la falta del olfato.
Existe una clasificación para diferenciar los tipos de anosmia:
Pasajera: Por resfriado común, tras padecer alguna enfermedad viral, y las alergias.
Temporal: Por presencia de virus o bacterias sobre el nervio olfativo, o lesiones como son desviación del tabique nasal, pólipos o tumores.
También por sinusitis o rinitis, entre otras. Influyen también afecciones graves como Parkinson, Alzheimer, y en fumadores.
Permanente. De carácter irreversible, si es que dañan definitivamente el nervio olfativo.
Vale aclarar que muchos medicamentos –anfetaminas, estrógenos, nafazolina, reserpina, o algunos descongestionantes nasales, entre otros– tienen como efectos secundarios la disminución en la capacidad para detectar olores.
Por tanto, nada más simple que una inteligente visita al otorrinolaringólogo, para iniciar los pasos que llevarán a las causas de esa limitación olfativa que se viene padeciendo, con la absurda resignación de los que esperan que las enfermedades “se quiten solas”, porque hay algunas, que llegaron, para quedarse.
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