No es facil ser padrastro
20 de enero de 2017
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Muchos son los dilemas que enfrentan las madres divorciadas cuando tienen que decidir un nuevo matrimonio. Les preocupa que los hijos rechacen a su nueva pareja y no se acostumbren a compartir la vida familiar con quien va a ocupar, tanto en el hogar, como en la existencia de la mamá, el sitio que dejó papá.
Incluso, hay divorciadas que presumen de haber sacrificado nuevas proposiciones matrimoniales alegando con orgullo: “No quiero darle un padrastro a mis hijos…” Dan por hecho el riesgo de esa relación, sin tomar en cuenta que el mundo está lleno de madrastras y padrastros que han criado con verdadero fervor a los hijos de sus cónyuges.
Si en vez de consultar a la almohada, acudieran al acertado consejo de un psicólogo, sabrían que el secreto para la aceptación de la nueva pareja, radica en lograr la comprensión de los menores.
Por supuesto, hay que crear las bases de afecto y comunicación con los muchachos, ganarse la estima y confianza antes de integrarse a la familia. No es aconsejable invertir el término y buscar la aceptación a partir de vivir bajo el mismo techo. Ese paso resulta determinante para que primen las buenas relaciones hogareñas.
Tampoco es aconsejable intentar que el padrastro sustituya al padre. El esposo de mamá, debe ser para la niña o niño, un amigo entrañable que le aconseje y ayude. Si con el tiempo ellos les profesan iguales sentimientos que a su verdadero padre, pues que ocurra espontáneamente.
Algo muy saludable: si surgen desacuerdos entre madre e hijo –algo muy normal con los adolescentes–, el padrastro solamente puede intervenir como mediador, jamás entrar en contradicciones ni tomar partido.
¡Claro que no es fácil ser padrastro! Requiere tacto e inteligencia. Comparte la jefatura familiar, y por tanto, resulta imposible mantenerse al margen de los problemas del hogar. Más no puede olvidar que hay ciertas fronteras que debe respetar para no invadir el terreno de la autoridad del padre.
Por supuesto, hay muchachos que acogen con alegría al futuro esposo de la mamá. Pero eso depende de la individualidad de cada personita y de su capacidad de afecto, entre otros factores. También del vacío que siente un niño por el alejamiento del padre, lo impulsa a desear un sustituto de esa necesaria protección.
Es normal que el incentivo de una renovada vida matrimonial propicie un cambio de carácter en la madre, y se entorpezca la comunicación y las demostraciones de afecto hacia sus hijos. Estos pueden interpretarlo como disminución del amor materno, ocasionado por la presencia del padrastro. Y hay que tener presente que los celos… ¡son destructivos!
Basado en la experiencia del divorcio anterior, sin dudas, el próximo matrimonio será duradero. Y eso es lo mejor que puede suceder, porque resulta muy dañino para la estabilidad emocional de los niños o adolescentes afrontar otra ruptura, después que se encariñaron con la nueva pareja de mamá o papá.
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