La gran disyuntiva
16 de octubre de 2019
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Para la mujer deviene gran conflicto decidirse entre lograr una posición profesional o aplazar un embarazo deseado; esta última, lógico temor, pues implica sobrepasar la edad de la maternidad que alerta el riesgo de concebir un bebé con síndrome de Down. En países carentes de vigilancia obstétrica, descubren el síndrome después del nacimiento. Actualmente, detectan la anomalía cromosómica en el periodo prenatal.
El avance de la Genética planteó la importancia de los suplementos vitamínicos, igual que para evitar otros defectos congénitos. Es una pieza del complicado rompecabezas del síndrome porque, si bien millones de mujeres tienen tal déficit metabólico, apenas uno, entre 600 nacimientos, corresponde a un bebé con Down. Aumentar la ingesta de ácido fólico es una solución. Tal forma de vitamina B, presente en huevos, atún, verduras y frijoles.
Dicha anomalía –mal llamada mongolismo–, se define como “alteración del cromosoma 21. Pacientes con 47 cromosomas en vez de 46 (cifra del genoma humano) en todas sus células”.
Consecuencias: retraso mental y rasgos típicos: pliegues (epicanto) en esquinas internas de los ojos, cabeza redondeada, frente aplanada, lengua y labios fisurados, pliegue transversal en las palmas de las manos, otro en las de los pies, y baja estatura. Cociente de inteligencia entre 20 y 60 (la media es 100).
Muchos padecen cardiopatías congénitas y desarrollan leucemia, aunque con tratamientos, aumentan la esperanza de vida.
En Cuba, se insiste en la planificación familiar, la visita previa al médico, y un acertado chequeo general del organismo para iniciar –sin temores ni riesgos– el embarazo deseado.
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