La gran disyuntiva
24 de marzo de 2017
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El envejecimiento no constituye un problema de salud, sino un logro alcanzado por la humanidad, donde mucho tiene que ver el desarrollo científico. No obstante, hay otros anuncios en el comienzo de la llamada “tercera edad”: enfermedades crónicas y degenerativas.
Y, precisamente, en ese grupo de enfermedades crónicas se encuentran las demencias, de elevada frecuencia en el adulto mayor, serio problema, no solo por su magnitud, sino por su repercusión familiar y social.
Estadísticas confirman que las enfermedades demenciales afectan a cerca de 2 millones de personas en el planeta. Preocupa mucho más, cuando los pronósticos aseguran que la cifra se duplicará en el año 2025, fecha en que los mayores de 65 años estarán entre los 390 y 800 millones.
El Alzheimer es la tercera enfermedad en costos sociales y económicos en los países desarrollados, superada solo por la cardiopatía isquémica y el cáncer. Definida como un síndrome de declinación progresiva de las funciones mentales (memoria, orientación, razonamiento, juicio), provocado por lesiones orgánicas del cerebro, tan graves como para que afecte el normal desenvolvimiento del paciente en la sociedad y en la familia.
Es una enfermedad neurodegenerativa progresiva que afecta aproximadamente, el 8 % de la población mayor de 65 años, y el 30 % en mayores de 80 años, en países con una alta expectativa de vida como el nuestro, con un elevado costo económico, social y humano.
Entre los factores de riesgo se citan: edad avanzada, sexo femenino, historia familiar de demencia o síndrome de Down, antecedentes de trauma craneal, enfermedad tiroidea, depresión, y bajo nivel de educación.
Los síntomas incluyen: deterioro progresivo de la concentración, memoria reciente y remota, orientación, imposibilidad de ejecutar acciones –aunque estén intactas las funciones motrices y sensoriales–, la función del lenguaje, la ejecución psicomotora y los cambios específicos en las actividades diarias, aseo, vestuario, control de los esfínter, entre otros.
En cuanto a los síntomas conductuales y psicológicos incluyen: ideas paranoides, alucinaciones visuales y auditivas, actividades inapropiadas –como esconder objetos–. También, agresividad (verbal y física), trastornos del sueño, crisis de llanto, ansiedad, fobias, y terror a quedarse solos.
El Alzheimer es un problema creciente en el orden médico, psiquiátrico, neurológico, epidemiológico, sociológico y económico, particularmente en los países con una alta expectativa de vida, en los cuales las personas por encima de 60 años, representan, al menos, el 10 % de la población total.
Podemos concluir, que ya es predecible saber si un sujeto sano tendrá la enfermedad. Pero, la gran disyuntiva ética es… ¿Se debe advertir a un individuo la posibilidad de padecer tan devastadora enfermedad? Por otra parte, no hacerlo, lo priva de una intervención médica temprana, para demorar su aparición. Lo segundo, hasta ahora, no ha sido logrado.
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