Especie de suicidio
21 de octubre de 2016
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Ya muchos admiten que las reacciones del carácter pueden afectar nuestra salud. Una emoción fuerte –por alegría o tristeza–, logran desatar una reacción psicosomática y provocar un accidente cerebrovascular o cardiovascular. Así de sencillo.
Es de comprender que resulta muy difícil controlar tales emociones. Pero hay otras características de la personalidad que dañan por igual, y propician, junto al estrés y la depresión, un daño irreparable. Me refiero a la ira.
Sentimiento a veces incontrolable, no solo mina el carácter sino que daña las relaciones sociales. Y todo parece indicar que si la ansiedad o el estrés fueron el centro de investigación y desarrollo de la psicología en las pasadas décadas, en ésta también se mantiene.
Es bueno conocer que la ira, junto con la hostilidad, son componentes responsables del desarrollo de trastornos coronarios. Ese factor de riesgo emocional puede causar otros quebrantos de la salud, quizás no tan dramáticos, pero no por ello, menos importante, como es la hipertensión.
Los escépticos niegan tal influencia, quizás porque internamente, tienen tendencia irreprimible a ese estado habitual de ánimo. Personas que normalmente viven en ebullición, y a duras penas logran disimularlo, por lo que, ante cualquier situación que no sea de su agrado, explotan.
Pero, no queremos destacar solamente a la ira que molesta a quienes conviven de algún modo con una persona colérica, sino a ese estado constante que destruye el organismo de quien lo experimenta, de una forma imperceptible e incontrolable.
La psicología universal elaboró un inventario denominado Control de Ira, que incluye escalas de situaciones que las desatan, entre otras, abuso físico y verbal, intrusión, devaluación personal, traición, bloqueo de metas.
Múltiples investigaciones van dirigidas a confirmar que “es una de las emociones que mayores alteraciones psicofisiológicas producen en la misma magnitud e intensidad que el estrés y el miedo, provocando elevaciones de la frecuencia cardiaca, alta presión arterial sistólica y diastólica y otras respuestas variadas”.
Concluyamos que las personalidades coléricas, incapaces de controlar su ira, corren el peligro de una irremediable situación física invalidante, y en su grado superior, de una especie de suicidio.
La ciencia dirige mucha atención a este campo de la psicología, convencida de la importancia de sus nefastas consecuencias en la salud de los habitantes de este polémico mundo en que vivimos.
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