Barrera protectora citadina
23 de noviembre de 2020
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Más que conocida es la sombra protectora de los árboles en calles y parques de una populosa ciudad. En el paisaje urbano ejerce una placentera sensación beneficiosa para el espíritu. Y es que los citadinos viven “atrapados” en las selvas de concreto –edificaciones y pavimentos– que no pueden competir con el verdor de la vegetación y de la flora embelleciendo aún más el ambiente con su rol relajante de aliviar tensiones, además de oxigenar las zonas arboladas.
Pero, también daña a las plantas la contaminación ambiental. Como un beneficio añadido, esos pulmones de la tierra reciben el ruido urbano de los vehículos, pero los revierte como barrera protectora, disminuyendo su efecto negativo para la humanidad.
Y es que esa agresión sonora va generando el desequilibrio que se ha dado por llamar “enfermedad del hombre moderno”: la visión, el oído, las percepciones viscerales (cefalea, náuseas, fatiga), y la concentración –memoria–, resultan afectados por el ruido. Los médicos afirman que altos decibeles inciden en la circulación cardiovascular, pero además, alteran la psiquis.
Parques, jardines y bosques ganan espacios urbanos con superficies cubiertas de vegetación que cumplen diversas funciones para hacer las ciudades más habitables. Entre sus beneficios cuentan la depuración del aire, la regulación térmica e hídrica y la reducción de la velocidad del viento, además de ser freno a la erosión del suelo, filtro contra la polución acústica y protección a la biodiversidad en general.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que en las ciudades existan de 10 a 15 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, distribuidos equitativamente con la densidad de población y las edificaciones. Acreditada su utilidad, estas zonas verdes demandan una mirada interdisciplinaria para evitar fallas, como errores en la elección de plantas, integración al paisaje, expansión de especies invasoras, desaprovechamiento de las autóctonas y costos irracionales de mantenimiento.
Para proteger estos enclaves naturales vale regular la actividad en ellos, y las normativas requieren una percepción pública apropiada sobre la educación ambiental. La vegetación urbana sufre peligros: podas irracionales, carencia de riego, vandalismo, accidentes y reducción de su espacio vital.
Tener en cuenta que la ubicación de algunas plantas, por sus dimensiones obstruyen la visibilidad, rotura de vías y tuberías, daño al drenaje y dispersión de suciedad. Más allá de los imponderables, aumentar la superficie de plantas, especialmente en las ciudades, beneficia a la salud humana.
Las investigaciones afirman que el follaje de los árboles reduce el ruido por absorción, refracción o dispersión. Ramas y hojas devienen malla vegetal que reduce un 50% la intensidad sonora emitida por el transporte urbano, y que una fila de esas plantaciones puede disminuir cinco veces los de medidos a la altura de una persona.
Razones para agradecer este regalo de Natura a la salud humana.
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