Renacer del patrimonio habanero (+Video)
17 de marzo de 2017
|Por: Gabriela Sánchez y Elin Driggs
Esculturas, jarrones y efigies protagonistas de las tradiciones más autóctonas de la cultura cubana se dan cita en las sedes del Gabinete de Conservación y Restauración de la Oficina del Historiador de la Ciudad, para desempolvar su historia a la luz de la contemporaneidad.
Los talleres del Gabinete acogen variedades de obras de gran valor patrimonial para cumplir la misión de rescatar la riqueza de cada una de sus partes, con paciencia y minuciosidad. Con este propósito funcionan los espacios para la restauración de piezas policromadas, de piedras, cerámica y metal.
Matices dorados para hacer brillar la historia
El brillo de las piezas delata la encomienda de sus jornadas. A pesar de los años que acumulan, lucen una elegancia y belleza intacta que asombra a quien visita el departamento de Restauración de Policromía y Dorado de la Oficina del Historiador. Y es que las reconstrucciones desarrolladas por estos restauradores demuestran que el patrimonio más resplandeciente de La Habana puede conservar sus matices.
Acerca de estos trabajos, Patricia Comas Góngora, especialista principal del Taller, subraya que el departamento se encarga fundamentalmente de la restauración de esculturas policromadas y de superficie dorada que se encuentran en madera, imaginería, artefactos religiosos, marcos…, mediante las técnicas de laminado, limpiezas mecánicas, estocados y reintegración de color.
El Taller de Policromía integra, también, metodologías muy vinculadas al estudio de la Química y la Biología, pues sus especialistas preparan productos y reactivos específicos que necesitan para desarrollar los procesos de restauración en cada tipo de pieza, debido a la necesidad de probar constantemente las sustancias sobre la mesa, para comprobar su efectividad.
Por este motivo, en ocasiones, necesitan asesoramiento de los químicos que pertenecen al Gabinete e, incluso, de los biólogos durante las intervenciones a piezas afectadas por microorganismos como, por ejemplo, las termitas en la madera, que constituye uno de los casos más frecuentes.
En la labor de los restauradores un tema muy recurrente es la estética. Sobre él, la especialista explica que para la preservación de obras policromadas se tiene en cuenta la finalidad de la pieza: “Si va a exponer en museos de artes decorativas o en alguna iglesia, es mejor que la restauración quede lo más semejante posible al original y si se tiene documentación sobre el objeto se puede, incluso, rellenar los espacios vacíos siguiendo las características de él.
”De lo contrario, si es para exhibirse en museos de arqueología, lo más adecuado es limitar la reconstrucción a cubrir los faltantes que son esenciales para reconocer la pieza”, añade Comas Góngora.
Entre los proyectos en los que dejarán su huella los restauradores de este Taller, está la reconstrucción de las imágenes de los evangelistas de la Universidad de San Gerónimo y la reparación del Salón de los pasos perdidos del Capitolio de La Habana.
Si de plata y oro se trata…
Desde la prehistoria hasta la actualidad, los metales reservan su valía no solo como los conductores de electricidad por excelencia, sino también como proveedores de un peculiar atractivo a las obras de arte, por su resistencia y brillo.
Encargados de restaurar las piezas en este soporte que se exhiben en los museos de la ciudad y apoyar las reconstrucciones de otras instituciones del país, el Taller de Restauración de Metales muestra la singularidad del trabajo con piezas de bronce, hierro, cobre, oro y plata.
Para profundizar en las características de ese quehacer, Ondina Machado Guedes, especialista principal del lugar, resalta que para ejercer la restauración de los objetos se decapan los barnices oxidados y se sumergen en ácido cítrico para remover la suciedad, en el caso de metales como el bronce, el latón y el cobre. Sin embargo, las piezas de plata y calamina se limpian con detergente amoniacal o con tarnichí por no soportar el primer método. Posteriormente, se barniza para dar consistencia al acabado.
En tanto, el hierro presenta varias particularidades como el trabajo mecánico para retirar los restos de oxidación de algunas piezas; tal es el caso de los cañones que han estado sumergidos en la bahía. “Esas craquelaciones que va soltando se recogen y se pesan para saber cuánto disminuyó en el peso con respecto al cañón original. Todo esto se recoge en una planilla en la que se especifican las características del objeto antes y después de la intervención como recomendaciones para su cuidado”, explica Machado Guedes.
“Embarrase” las manos de estética
“La belleza consiste en la representación fiel y exacta de la voluntad en general, con ayuda de su fenómeno en el espacio solo; mientras que la gracia consiste en la representación adecuada de la voluntad con ayuda de su fenómeno en el tiempo”, sentenció el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, en alusión al concepto de estética en la época moderna.
Aunque con ciertas acepciones, el Taller de Restauración de Piezas de Cerámica reaviva las palabras de Schopenhauer para defender el trabajo decorativo en cada reconstrucción.
A diferencia de otras áreas, Nadieska Peña Díaz, restauradora del departamento, señala que la labor que realizan se enfoca en recuperar la imagen original de los objetos de barro, porcelana, terracota, loza y biscuit, pertenecientes a los museos de la ciudad para conservar su apariencia lo más íntegra posible.
“Intentamos recuperar las imágenes de las obras hasta donde sea posible, mediante la utilización de productos que semejen a los originales, y según el soporte se utilizan diferentes tipos de resina para los daños que presentan. Con el mismo propósito realizamos la reintegración cromática sin cambiar la estructura de las piezas, para animar su colorido”, agrega.
Asimismo, añade que entre las proyecciones del Taller para perfeccionar las reconstrucciones está comenzar a emplear un horno para esmaltar las piezas y darles un mejor acabado.
Gemas de la restauración
Esculturas y columnas de mármol dan la bienvenida al universo del patrimonio pétreo de La Habana que rehabilita el Taller de Piedras del Gabinete. Aunque casi olvidado entre la gama de antigüedades de la Oficina del Historiador, los especialistas de este departamento, “endurecen” sus trabajos con la piedra más sólida de la restauración: la tenacidad.
Sobre las funciones de estos especialistas, Reinaldo Rodríguez Jay, restaurador, explica que su principal tarea es la restauración de las piezas museables de material rocoso cubanas y foráneas que pertenecen a la Oficina del Historiador, aunque también participan en restauraciones de otros centros y ciudades del país.
Rodríguez Lay añade que existen muchas piezas antiguas y valiosas que tienen poca difusión entre el público nacional, por lo que una de las principales metas de la labor del Taller es contribuir a su mantenimiento pero también a su extensión.
Uno de los aspectos más peculiares de la restauración pétrea resultan los trabajos en inmuebles, edificaciones y monumentos que se encuentren en el área urbana, aunque ocurre en menor medida. En esa labor convergen especialistas del área y de metales por la presencia de muchas esculturas acompañadas de bases o columnas de piedras, tal como ocurre con el Monumento a Máximo Gómez, el cual están reconstruyendo actualmente.
“Los monumentos urbanos casi nunca cuentan con una restauración sistemática, lo que causa un mayor deterioro, sobre todo las más cercanas al mar. Además, el trabajo es más complejo porque muchas veces no se recogen datos sobre el proceso más allá de cuándo fue restaurado. Todo esto obstaculiza las futuras intervenciones que necesiten realizarse”, explica.
A pesar de que el Taller se enfoca fundamentalmente en la reparación, también abogan por prevenir el deterioro, para evitar que las piezas se sometan a las técnicas “duras” de la restauración, a menos que sus condiciones físicas las requieran, lo cual sucede cuando han sido tratadas de forma errónea por desconocimiento o descuido y, por tanto, solo resta la reconstrucción como única vía.
“La conservación que hacemos es sobre todo a través de limpiezas mecánicas, con brochas suaves y aspiradoras para evitar el contacto directo con las piezas. Estos procedimientos se realizan solo sobre la marca o la afectación puntual que presenta”, añade.
Respecto a las problemáticas más frecuentes, el especialista expresa que al combinarse piezas de metal con el mármol, suelen mancharse de óxido metálico las estructuras de piedra, lo que entorpece su restauración. Ante tales circunstancias se hacen limpiezas no agresivas para eliminarlas y se aplican conservantes que evitan que el mármol absorba elementos externos a la pieza.
Como parte de los procedimientos para rehabilitar los objetos, se realiza la identificación de las piedras de acuerdo a sus características, pues existen varias clasificaciones que condicionan los distintos tratamientos a aplicar en cada caso.
Todas – ya sean ígneas, sedimentarias y metamórficas – son estudiadas por los laboratorios de Biología, Química y Arqueometría para certificar con más seguridad la tipología, y después se inicia la aplicación de las metodologías más acordes a los materiales e imperfecciones encontradas en las piezas, comenta Rodríguez Jay.
“Para la utilización de los tratamientos se debe tener en cuenta los componentes de los productos químicos para verificar la compatibilidad de ellos con los materiales y las características climáticas a las que van a estar expuestos, pues muchas veces son productos importados – añade –; además, se debe precisar la fecha de caducidad de los adhesivos u otras sustancias para asegurar la durabilidad de la restauración”.
Entre los materiales más trabajados destaca el mármol por su condición dúctil, y las piedras de jaimanita, las cuales fueron empleadas en la reconstrucción de la fachada del convento de San Francisco de Asís, desarrollada por los obreros del Taller. Mientras que los de menor presencia son las llamadas “variedades de cuarzo” que incluyen a las esmeraldas, rubíes, jades, diamantes, zafiros… las cuales no abundan entre las colecciones nacionales, aunque también han sido restauradas en este departamento.
Por la gran variedad de minerales, las investigaciones son muy amplias, pues no solo se analizan los materiales de mayor uso, sino cualquier tipología que pueda emplearse en una pieza patrimonial y pueda llegar a nuestras manos, para saber cómo restaurarla, manifiesta Reinaldo Rodríguez.
Uno de los principios que debe tener la restauración es la compatibilidad de los materiales, al igual que la estética; esta última condición se limita a la fase en la que pueda distinguirse la obra en su estado original de la restaurada, para que sea más verídica y se facilite el trabajo en caso de requerir otra restauración, porque se visualizan mejor los puntos que fueron reconstruidos.
Restaurar no es tarea fácil. Bien lo saben quienes, jornada tras jornada, atesoran en sus manos miles de colecciones y objetos que constituyen símbolos de nuestra cultura. Pero es precisamente esa condición, la que impulsa a las decenas de obreros del Gabinete a, desde su posición, adicionar páginas a su historia.
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