Hemingway: “su leyenda es superior a su paso por la historia”
15 de marzo de 2016
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La impronta del escritor norteamericano Ernest Hemingway puede apreciarse en disimiles lugares de La Habana, donde vivió 21 años, amó a Cuba y escribió gran parte de sus creaciones literarias.
El poblado costero de Cojímar, el Hotel Ambos Mundos, el afamado restaurante El Floridita, la Bodeguita del Medio y el museo que perpetúa su memoria “Finca Vigía” – donde revivía su ambiente hogareño –, son sitios que exhiben su huella imperecedera y nos recuerdan pasajes de su vida, convertida en pasión y leyenda.
Sus propias palabras en más de una ocasión así lo reafirman: “Amo este país y me siento como en casa; y donde un hombre se siente como en casa, aparte del lugar donde nació, ese es el sitio a que estaba destinado (…) Yo siempre tuve buena suerte escribiendo en Cuba”.
El Dr. Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad de La Habana comentó en una entrevista del año 2010: “A mí lo que más me impresionó es cuando el recibe el premio y él dice, «me alegro de ser el primer cubano que lo recibe», lo cual da idea muy clara del grado de identificación que él había tenido con la Isla, con su espacio natural, con su mar; era un hombre de mar, pero es también un hombre de la montaña; es un hombre de la paz, es el corresponsal de la guerra, es el hombre de los San Fermines en Pamplona; es el hombre de Por quién doblan las campanas. Entonces, su leyenda es superior a su paso por la historia. Y por mucho tiempo esa voluntad de él de permanecer en Cuba, de quedarse en Cuba, de partir de ella solamente cuando ya estaba afectada gravemente su salud – su mente comenzaba a dar síntomas de una decadencia de su capacidad, de esa virilidad, de esa grandeza comunicativa –, lo explica por sí mismo”.
A juicio de Leal, “para Hemingway la Isla fue un punto de inspiración, un detenerse en el camino, un acercarse a su mundo interior. No estuvo metido en política en Cuba, que yo sepa; no actuó, no conectó con ninguna de las injusticias tremendas que se cometieron. Precisamente, él está en esa etapa final de la república en Cuba, en esa época final del proceso republicano”.
Por otra parte, el Historiador al referirse al significado que tuvo la Mayor de las Antillas para el novelista norteamericano, destacó que “sin la escena esa de los tiburones devorándose el pez espada, sin la batalla que se representa ahí de la fuerza más oscura de la naturaleza contra la voluntad del hombre de triunfar, contra la voluntad del hombre de llegar a cumplir su destino, Hemingway sería infinitamente menos conocido. Otras obras suyas son de una gran belleza, aun las menos divulgadas, las que han tenido menos objeto de propaganda por parte del mundo editorial. Pero no me cabe la menor duda de que es en las aguas de Cuba, es a bordo del Pilar y es en su refugio en San Miguel del Padrón, en la Vigía, donde está escrita la parte mejor de su vida”.
Sin lugar a dudas, Hemingway, según Leal, “tiene méritos suficientes y, sobre todo, porque es un acento en las relaciones positivas entre Estados Unidos y Cuba, no olvidemos eso. Durante largos años hemos puesto sobre la mesa el diferendo y sus causas, pero muy pocos se han detenido a encontrar las afinidades en la música, en la poesía, en la literatura, en la política, en la proeza; muy pocos, y Hemingway es precisamente, en este sentido, una tabla de salvación, porque es quizás el más reciente, el más actual, el más próximo de esas norteamericanas y norteamericanos que tuvieron una relación tan intensa y tan fecunda con Cuba”.
No hay duda, aseveró Leal, Hemingway “es un hombre que camina, que va andando al Floridita, que va al Ambos Mundos, que viene aquí al correo a San Francisco a buscar su correspondencia en su casilla. Hemingway es uno que toma la lanchita de Regla, que va del lado de allá de la bahía. Hemingway es uno que le fascina esa Habana hoy desaparecida de los grandes bares, de los grandes sitios de los cuales había todo un área habitualmente asidua por los norteamericanos, y también de poetas, escritores y personalidades del arte de distintas partes del mundo que se daban cita en La Habana”.
Otros destacados intelectuales valoraron la presencia innegable de Hemingway en la cultura cubana. Uno de ellos fue Gabriel García Márquez al expresar: “Hemingway había estado dentro del alma de Cuba mucho más de lo que suponían los cubanos de su tiempo… Muy pocos escritores han dejado tantas huellas digitales que delaten su paso por tantos sitios menos pensado en la Isla”.
El propio líder cubano, Fidel Castro, aseveró: “De los autores norteamericanos, Hemingway es uno de mis favoritos […] Conocía sus obras antes de la Revolución […] leí Por quién doblan las campanas, cuando era estudiante […] Hemingway hablaba de la retaguardia de un grupo guerrillero que luchaba contra un ejército convencional… Esa novela fue una de las obras que me ayudó a elaborar tácticas para luchar contra el ejército de Batista”.
Asimismo, de Hemingway se ha dicho que es un “artista de trascendencia, calificado como el creador de «el único estilo intrínseco de este siglo» (…) Tuvo amigos aquí, tomó las bebidas nuestras e hizo un empleo bueno del material cubano en la literatura. ¿Qué otra cosa puede pedir un escritor, que un lugar para escribir y personajes, anécdotas y escenarios a mano? Vivió en Cuba, le resultaba hermosa; muchos dicen que barato también… Pero no vivía en ninguna otra parte…”.
Es ese Hemingway él que decidió su vida junto a Cuba, en nuestros encantos, en esta tierra hermosa y desdichada antes del triunfo revolucionario. Ese mismo Hemingway que besa la bandera cubana cuando triunfa la Revolución, y cuando los periodistas quieren que repita el gesto para tomar la foto, dice que no es un actor. Su acción siempre fue sincera: es cierto que no hizo falta una foto porque el suceso ha quedado para siempre en la memoria histórica del pueblo, que es lo más importante.
El obsequiar la medalla que acredita su Premio Nobel a la Patrona de Cuba es una muestra más de su identificación con nuestro pueblo y, en especial, con el de Cojímar del que se consideró ciudadano.
Hemingway vive no solo en sus libros, en su pasión por la vida. Vive en esta Habana, en este pueblo que lo recuerda, que lo siente como suyo. Ahí siempre va estar el Hotel Ambos Mundos, el Floridita, La Bodeguita del Medio, Finca Vigía. Ahí siempre estará porque la trascendencia histórica de una figura de su talla es más que suficiente para recordarlo y mimarlo como un norteamericano ilustre que también, como tantos, supo ser un buen cubano.
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