Ciencias al servicio de la restauración patrimonial
7 de marzo de 2017
|Por: Elin Driggs y Gabriela Sánchez
“Ciencia y arte son casi inseparables en el periodo de observación y meditación, para separarse en el de la expresión, acercarse en el ordenamiento y dividirse en los resultados”, expresó una vez el biólogo francés Jean Pierre Changeux. Tal sentencia parece multiplicarse en el día a día de los hombres y mujeres de la ciencia que destinan sus saberes en favor del patrimonio cubano.
Entre batas blancas y microscopios, los laboratorios del Gabinete de Conservación y Restauración de la Oficina del Historiador de La Habana echan a andar la maquinaria de la dedicación y la perseverancia para fomentar el estudio de materiales y afectaciones que atentan contra la integridad de las piezas patrimoniales.
Biología para restaurar
Similar a la atención médica, los profesionales del Laboratorio de Biología del Gabinete desarrollan trabajos e investigaciones detalladas sobre la conservación de numerosas piezas museales, a partir de la detección de microorganismos que provocan su deterioro.
Ante la aparición de cualquier bacteria o daño relacionado con la acción de agentes biológicos, llegan a las manos de los expertos de esta ciencia las obras que albergan museos y galerías de la ciudad con el propósito de proveerles tratamientos adecuados, según explica Marjoris Pérez Rodríguez, especialista principal del laboratorio.
Como parte de la línea de trabajo en el Gabinete, los laboratorios establecen un proceso análogo al recibir las piezas de los conservadores que consiste en un análisis más profundo de los bienes, el diagnóstico de los métodos de recuperación más efectivos y el registro simultáneo de las patologías y los procedimientos empleados durante el ciclo de restauración, así como las recomendaciones para el cuidado de las obras, con el fin de facilitar las futuras intervenciones en caso de que sea necesario.
“Nos apoyamos mucho en la microscopía para poder desarrollar todos los trabajos de observación de las bacterias –principalmente los hongos derivados de la exposición a altos niveles de humedad– que están en las obras, de cualquier soporte, ya sea piedra, madera, metal, cerámica, textil, siempre que tengamos los productos para intervenirlo y no sea nocivo”, agrega Rodríguez.
Desde el aislamiento hasta la siembra, las vías para estudiar los fenómenos biológicos de los bienes crean una amplia gama de posibilidades investigativas, que permiten hallar la fórmula más eficaz para preservar el patrimonio cubano. Entre esas técnicas, resalta la anoxia; aunque ya no empleada directamente en el laboratorio, adquiere una particular relevancia en el quehacer de los biólogos por compartir investigaciones con los especialistas de esta área, pues es un método que no afecta al medioambiente porque no utiliza productos químicos que afecten al operario ni a la obra.
Químicos al servicio del acervo cultural
A la labor de los biólogos, se suman los profesionales del Laboratorio de Química, quienes trabajan en la salvaguarda de nuestro patrimonio a través del asesoramiento a los conservadores, la realización de estudios a los materiales de las obras y la preparación de los productos necesarios para la aplicación de tratamientos reconstructivos o de conservación.
Lidia R. Padrón Bueno, especialista principal del Departamento, señala: “Este laboratorio, al igual que el resto, fue creado para poner las ciencias experimentales en función del patrimonio. Nuestra particularidad radica en que realizamos, fundamentalmente, estudios de los materiales constitutivos de cada pieza, de las tipologías de fibras tanto textiles como de papel”.
“Cada vez que es necesario extraer una muestra tomamos precauciones para evitar que se dañe la integridad de la pieza, por lo que escogemos fibras muy pequeñas para analizarlas en el microscopio óptico”, añade.
A su vez, los químicos no ejercen su labor de forma aislada, sino que mantienen un constante intercambio entre los especialistas de otras áreas, que van desde los restauradores hasta los biólogos y los arquiómetros, para obtener resultados más completos que brinden un arquetipo eficaz de restauración o conservación, según determinen los estudios de deterioro. De ahí, su marcado carácter multidisciplinar que entremezcla ciencias y cultura para conservar el patrimonio.
Arqueología+ investigaciones= Arqueometría
Bajo la misma perspectiva de brindar servicios para el cuidado de las piezas de la Oficina del Historiador de La Habana, sin poner en riesgo su integridad, el laboratorio de Arqueometría combina las fórmulas de la Física y los experimentos químicos para adentrarse en el mundo de las micropartículas de las obras patrimoniales.
La identificación de pigmentos, minerales y objetos metálicos que integran las pinturas, representaciones en porcelana, manuscritos, monedas, esculturas policromadas en madera y en piedra, entre otros objetos de arte y arqueología, resultan algunos de los principales trabajos que se realizan en este espacio.
“Nuestra labor intenta desarrollar tecnologías y métodos que, sin la necesidad de extraer muestras del objeto, se pueda conocer su composición, pues se procura no alterar el bien cultural. A través de los años se han creado diferentes metodologías para analizar cada pieza, así como las variantes que existen para aplicar las dos tareas fundamentales que tiene el departamento: investigaciones con fines de restauración o la autenticación de obras, cuyos autores y sellos de originalidad se desconocen”, comenta la doctora Ariadna Mendoza Cuevas, especialista principal del laboratorio.
No obstante, si bien las tipologías para estudiar los bienes son muchas, también existen ciertas particularidades en ellos que limitan o permiten la aplicación de técnicas diferentes para cada caso.
“No es lo mismo analizar el pigmento de una pintura que de una porcelana o cerámica, porque hay que conocer los instrumentos y también de la técnica artística. Esta última esencial para los procesos de legitimación de obras fragmentadas, pues permite determinar autor y época a la que pertenece, mediante la comparación con otras similares”, añade la especialista.
La autenticación de piezas de Wifredo Lam y de Miguel Servando Cabrera, así como el estudio de las tintas empleadas en los manuscritos de las “Actas Capitulares” y de la “Limpieza de sangre de la familia Loynaz”, figuran entre los proyectos más significativos que ha desarrollado el laboratorio en defensa de la historia y tradiciones habaneras.
Acerca de estos trabajos, Mendoza Cuevas advierte que en el caso de los manuscritos, los procedimientos fueron complejos por la escasez de material y la variedad de estos, pero a pesar de las dificultades afrontadas se lograron reconocer los tipos de tinta que había y así sugerir el tratamiento de restauración más viable.
“El trabajo con los manuscritos de la «Limpieza de sangre de la familia Loynaz», fue muy importante y detallado porque encontramos que además de la tinta ferrogálica había arsénico en varias partes del documento debido a una fumigación que se usaba en esa época para eliminar los insectos. Gracias a este descubrimiento la recuperación fue exitosa”, agrega.
Algunas de las técnicas utilizadas son las radiografías, difracciones e irradiación a los bienes culturales. Esta última modalidad tributa principalmente a los proyectos de restauración de patrimonio documental para eliminar el biodeterioro causado por bacterias, hongos y/o insectos.
El restaurador se nutre de la empiría de los científicos para lograr sus propósitos. Capta cada diagnóstico y sugerencia, obtiene los materiales y las características de cada objeto a restaurar y los aplica. Así, funciona la inmensa maquinaria de la preservación patrimonial.Por eso, las ciencias exactas y la restauración, tal como expresó Changeux, marchan juntas de la mano, y esta vez camino a recuperar la cultura y la historia cubana, entrañada entre antigüedades.
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