Arte para revivir la historia (+Video)
3 de febrero de 2017
|Por: Gabriela Sánchez y Elin Driggs / Fotos: Hilda Pérez de Peñamil Rodríguez
Apenas irrumpe el sonido de las máquinas en la tranquilidad que llena cada espacio del Gabinete de Conservación y Restauración de la Oficina del Historiador de La Habana. Decenas de obreros rondan entre libros, imágenes y documentos antiquísimos para trazar sutiles pinceladas y observar minuciosamente cientos de piezas de gran valor patrimonial. Es una incesante lucha contra el tiempo que intenta preservar cada huella de nuestra historia y cultura.
Así, una de las instituciones que acoge la Dirección de Patrimonio Cultural transforma sus jornadas en verdaderas demostraciones del arte de la restauración, bajo la premisa de rescatar, proteger y difundir los bienes museables de nuestra ciudad y de Cuba.
Conservar: el primer eslabón
Junto al trabajo del Gabinete se suma el quehacer de museos y galerías de arte, los cuales también defienden la preservación de las obras, como lo reflejan las veinte bibliotecas y los cuatro archivos que acogen a lo largo de la red de instituciones, pues si bien los procesos reconstructivos son de gran importancia, para la Dirección de Patrimonio resulta esencial impulsar proyectos encaminados a conservar preventivamente las piezas.
De ahí que entre los lugares de mayor importancia de la dirección destacan la Biblioteca, la Fototeca y el Archivo Histórico, los cuales no solo sirven de sede a cientos de ejemplares raros y valiosos de la historia habanera, sino que también promueven la utilización de metodologías de protección orientadas por el centro.
“El departamento se ocupa, sobre todo, de aplicar técnicas que no intervengan directamente en los documentos o fotografías, para evitar cualquier alteración o daño que pueda derivarse de una inadecuada manipulación y almacenamiento. Los procedimientos de conservación contribuyen a retardar la aparición de fenómenos naturales de deterioro de obras muy valiosas y antiguas de la cultura cubana”, explica Grisel Terrón, Directora de Patrimonio Documental.
“Para esta labor se realizan limpiezas mecánicas, periódicamente, a los estantes y a los documentos, según las condiciones y características de cada pieza – manuscritos, fotografías, estilos de inscripción o grabado, tipos de tinta – con herramientas esterilizadas para contrarrestar la expansión de microorganismos”, añade.
La exposición a climas húmedos o demasiado cálidos, las variaciones repentinas de temperatura unido al uso incorrecto de los volúmenes constituyen las principales causas del deterioro. Con vistas a frenar el crecimiento de estos daños existen, en las salas de conservación, instrumentos destinados a velar por la estabilidad de los parámetros climáticos al tiempo que se analizan las patologías bacterianas que presentan para valorar el tratamiento más eficaz. Por tanto, la institución desarrolla vínculos muy estrechos con especialistas químicos y biológicos.
Uno de los procedimientos para la conservación documental es la digitalización, empleada con frecuencia para preservar las funcionalidades más importantes de los contenidos, facilitar el acceso de los usuarios y evitar el contacto con los originales más desgastados.
Aunque, en ocasiones, mediante este proceso pierden sellos que revelan la autenticidad de las obras y surgen nuevos documentos con características diferentes al original físico, por tanto, suelen disminuir su significación por carecer de fiabilidad, explica Terrón.
Acerca de los planes más recientes dirigidos a la difusión de los bienes patrimoniales, la especialista acota que la institución trabaja con vistas a digitalizar gran parte de las obras, pese a las disyuntivas tecnológicas que acarrea, y posicionarlas en sitios web para facilitar su accesibilidad.
También abogará por continuar las consultas directas en las bibliotecas y archivos en los casos que requieran particularmente los documentos físicos y la organización de exposiciones en museos, y actividades destinadas a viabilizar el conocimiento de las piezas por toda la población.
Restauración patrimonial
Vinculados al quehacer de la conservación, los talleres y laboratorios del Gabinete enlazan otro eslabón a la cadena reconstructiva del patrimonio cultural habanero.
Inmersos durante horas en la detallada misión de intervenir en las afectaciones de las obras, tal como “los médicos hipocráticos que ponen la mano sobre el cuerpo de aquel que requiere cuidados”, al decir del Historiador de la Ciudad Dr. Eusebio Leal Spengler, los restauradores del patrimonio documental colaboran en la preservación de dos de los documentos más importantes que recoge la Dirección Patrimonial: las Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana y los Manuscritos de Ictiología de Felipe Poey.
“Por su antigüedad y valor en la cultura cubana, nuestro trabajo es muy dedicado y paciente”, explica Ingrid Lavandero Galán, restauradora del centro. “Lo primero que hacemos al recibir una pieza es hacerles una ficha técnica de sus principales componentes, información, año, autor… etc, conjuntamente al registro fotográfico que se desarrolla a partir de este momento hasta la culminación de la obra restaurada.
”Posteriormente, se hace un diagnóstico del grado de deterioro, las condiciones físicas del documento, estilo y tipos de tintas empleadas y se evalúan los posibles tratamientos de restauración”.
Respecto a los diferentes métodos empleados, la especialista Judith Machado Yanes señala que existen varios modos de restauración y que estos dependen de los formatos y condiciones específicas de cada manuscrito. Por ejemplo, las técnicas acuosas constituyen procesos que no son compatibles con todo tipo de soporte, pues consisten en la inmersión del papel en agua desionizada y en hidróxido de calcio para neutralizar los índices de acidez elevados.
La restauración con peróxido – empleada para eliminar o aclarar sombras e imperfecciones propias del paso del tiempo y el papel – y las mesas de succión utilizadas, principalmente, para pinturas o grabados al estilo pastel, constituyen otros métodos que conforman el trabajo de restauración.
En el caso del Acta Capitular, se emplea la técnica de laminación que consiste en adherir papel japonés, a través de un preparado de metil celulosa, sobre el documento original para contrarrestar la corrosión ocasionada por la tinta ferrogálica o metalo-ácida, de alto componente metálico, muy empleada durante los siglos XVI y XIX, agrega Machado Yanes.
Por su parte, los libros de menor antigüedad – de los siglos XIX y XX –, generalmente son rehabilitados en el Taller de Encuardernación. Al respecto, María Elena Torres Vega, jefa del Departamento, comenta que la labor en este espacio requiere reparaciones mínimas, pues son volúmenes menos antiguos que, por su composición, pueden soportar el proceso de encuadernación.
“Cuando comenzamos la restauración de un nuevo libro, valoramos su condición para determinar si es necesario coserlo, engomarlo o renovar su carátula. Todo el trabajo que realizamos en este taller es manual; solo nos auxiliamos de otras tecnologías durante los procesos de cortado y la inscripción de títulos sobre las cubiertas”, explica Ana Micaela Calderón Valle, obrera del taller.
Un rincón para el arte oriental
Aun cuando los bienes patrimoniales cubanos abarcan la mayor parte de las colecciones restauradas en estos espacios, las obras foráneas también encuentran sitio para renovar el arte que enriquece la cultura de la humanidad. Tal es el caso de las representaciones orientales en papel que se integran a los procesos reconstructivos de los talleres.
Hilda Pérez de Peñamil Rodríguez, especialista en esta área de restauración, advierte sobre la complejidad, la riqueza histórica y cultural que provee el intercambio y estudio de las tradiciones asiáticas, que son vitales para ejercer un trabajo de esa magnitud:
“La restauración de estas piezas conlleva mucha preparación acerca de los estilos artísticos orientales, y de los materiales más utilizados. Gracias a esta labor, hemos logrado recuperar los únicos dos biombos japoneses que integran las colecciones de la Oficina del Historiador de la Ciudad, y probablemente de Cuba”, expresa.
Al igual que el resto de los procedimientos reconstructivos, la reparación de biombos requieren de una limpieza mecánica, pero sin emplear los procesos acuosos o húmedo y, particularmente, en el caso de que sea preciso rellenar los espacios con rupturas o carencia de color, se realizan otras técnicas con materiales semejantes y/o a través de la reitegración cromática.
Tras varias décadas de entrega a los proyectos de conservación y restauración, la Oficina del Historiador aun tiene un largo camino por andar en materia de preservar nuestros bienes más representativos y autóctonos, no solo del patrimonio documental sino de toda la cultura.
Por esa razón, talleres dedicados a la cerámica, la policromía, el arte textil, entre otros, también encontrarán un espacio en próximos reportajes, con vistas a realizar una serie de materiales que profundicen en la recuperación de la herencia cultural cubana.
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Gracias a la periodista por acercarnos a un hermoso trabajo desconocido par muchos, que nos permite conservar el patrimonio