Almacén de la madera y el tabaco: del viejo espigón a la nueva factoría

19 de marzo de 2016

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Yamira Rodríguez Marcano

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Centro HIstórico de La Habana, Cervecera, Cuba, Cultura, Espigón de Paula, Oficina del Historiador de La Habana

 

 

Desde finales del siglo XVIII, este borde costero de La Habana experimentó el auge de muelles o espigones con sus tinglados, los que durante el siglo XIX fueron objetos de cambios y ampliaciones. Pero la zona de la bahía a donde más se expandieron fue la vertiente sur de su margen occidental, en la que además de escogerse para el trabajo de los astilleros, fue el lugar reservado para la reubicación de un renovado Arsenal y del muelle construido por el asentista José Antonio Tallapiedra para la exportación de hojas de tabaco a Sevilla. Más adelante, a la vera de la hermosa Alameda de Paula, se aprobaría en 1860 la construcción del muelle de este mismo nombre, el que en las décadas siguientes fue transformado y sustituido por el que hoy se conserva. En los inicios del siglo XX, la intensidad operativa de esta zona se había incrementado sustancialmente, imponiéndose de ese modo la necesidad de levantar estas fábricas más resistentes y duraderas.
El Espigón de Paula fue proyectado en 1908 para The Havana Central Railroad Company, en virtud de la concesión que se le otorgó por Decreto Presidencial número 1 del 29 de diciembre de 1905. Se fabricó de acero y concreto reforzado sostenido sobre pilotes de madera, agrupados y encajados, también en concreto reforzado. Su parte central se cubrió con un edificio destinado a almacén, de acero, con los laterales y techos de hierro acanalado. Poseía líneas férreas que lo conectaban con otros almacenes, como los existentes en el antiguo hospital de Paula y con las líneas de los espigones del Gobierno. Igualmente, constaba con dos grúas eléctricas transportables, cada una de 5 toneladas de capacidad, instalación eléctrica, bocas de agua contra incendio y mangueras. Fue concedido para el servicio público, y tendrían derecho y preferencia para el atraque del muelle-espigón las embarcaciones del Estado. Las obras corrieron a cargo de la reconocida firma norteamericana The Snare & Triest Company, Ingenieros y Contratistas, luego Frederick Snare Corporation, ejecutora de gran parte de los muelles construidos en la bahía de La Habana, de los hermosos puentes matanceros y de diversas obras industriales en otras provincias cubanas.

 

 

The Havana Central Railroad Company se incorporó el 4 de abril de 1905 bajo las leyes del estado de New Jersey, Estados Unidos. Además de fabricar estos muelles en Paula y vapores ferries en la bahía de La Habana para Casablanca y Regla, construyó líneas eléctricas entre La Habana, Güines y Guanajay, así como trenes eléctricos entre Regla y Guanabacoa. El 1 de marzo de 1928 se fusionó con los Ferrocarriles Unidos.
En 1921 el espigón fue arrendado por The Havana Central Railroad Company a la Munson Steampship Line, pacto que fue firmado a través de un documento privado el 12 de marzo de 1923. El tiempo sería de 40 años a partir de la primera fecha, en este lapso The Havana Central Railroad Company vendió, en 1928, el espigón junto al resto de otras propiedades, a la Sociedad Anónima The United Railways of de Havana and Regla Warehouses Limited, en español, Los Ferrocarriles Unidos de La Habana, Almacenes de Regla Limitada, Compañía Internacional, y entró en un proceso de liquidación.

 

 

Esta última empresa lo dio a su vez en arrendamiento a la Sociedad Anónima Compañía de Almacenes de La Habana, S.A., por el término de 5 años a contar desde el 1 de mayo de 1938, por el precio de 12 000 pesos anuales. En 1943 es renovado el contrato y sin constar más propietario o arrendatario, se infiere que ambos se mantuvieron hasta 1959. En 1961, con las leyes del nuevo gobierno revolucionario, se nacionalizaron mediante la expropiación forzosa, y como otras instalaciones de la zona fueron explotados a partir de entonces por la Terminal Marítima Portuaria Margarito Iglesias.
Pero este espigón con su almacén corrió con mejor suerte que sus contiguos –demolidos recientemente y sustituidos por el nuevo muelle flotante. Su estado de conservación le permitió adaptarse a una nueva propuesta de intervención que, junto al resto de las obras que ejecuta la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana en el litoral, pondrá en valor las instalaciones del viejo puerto de La Habana. Aún se pueden apreciar la existencia de maquinarias en su interior, originales exponentes de las funciones que caracterizaron la antigua nave y que forman parte del patrimonio industrial.

 

 

El nuevo proyecto, para el también conocido Almacén de la madera y el tabaco, tuvo el fin de potenciar los elementos preexistentes como el trazado ferroviario, recrear la antigua imagen portuaria a partir de la inserción de elementos contemporáneos e incorporar el verde urbano dentro del espacio público del borde marítimo.

 

 

Su estructura está definida por la distribución longitudinal de 18 pórticos conformados por columnas de sección variable, compuestas por más de un perfil en un tramo de su longitud y cerchas formadas por angulares y planchuelas. Las uniones de sus elementos están sujetas por remaches y tornillos como era usual en las instalaciones de este tipo en las primeras décadas del siglo XX. Estas condiciones le permitieron al antiguo espigón de Paula asimilar el actual proyecto de refuncionalización: una mini fábrica de cervezas de tecnología austriaca, con su restaurante, y un área comercial. Así cuenta con un amplio espacio ocupado por cien mesas para servir a cuatrocientos comensales, un tablao, dos parrilladas, y una magnífica barra, desde la cual puede apreciarse el proceso de fabricación de la cerveza y toda un área de servicios para apoyarla.

 

 

Interesante resulta la solución dada al vertimiento derivado de la nueva función. Para ello se instaló una planta de tratamientos residuales de lodos activados, que no produce malos olores y procesa 65 m³ de restos provenientes del proceso productivo de la cerveza y los desechos de baños y cocina. Con este sistema se cumplen los requerimientos del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) y la Norma Cubana 521, reguladora del vertimiento al mar, específicamente a la bahía.
La capacidad de cocimiento de la fábrica es de 10 hectolitros, pero su almacenaje es mayor, al tener en cuenta los procesos de fermentación y reposo. El tiempo de fabricación de la cerveza tiene un ciclo de 21 días y al igual que la producida en la Plaza Vieja, se elabora con tecnología austriaca, cuyo abastecedor es la empresa SALM. Su proceso es completamente natural y permite obtener cerveza clara y oscura.

 

Su diseño exterior fue concebido con un concepto contemporáneo. Las cajas, colocadas a la entrada del edificio, aluden a la antigua función de almacenaje de la nave, y a la vez, constituyen verdaderos enmascaramientos de instalaciones necesarias para el uso actual del inmueble. De ellos, el mayor de estos volúmenes sirve para ocultar dos hidroneumáticos que garantizan el agua en todo el sistema, uno, para el consumo social, y otro, para el agua blanda empleada en la preparación de la cerveza y el hielo, el cual posee un suavizador para asegurar la calidad del producto.
Otro de estos supuestos embalajes envuelve el banco de transformadores que alimenta el paseo flotante proyectado para la zona y el baluarte aún existente. El resto de las cajas de menor formato sirven de jardineras.

 

En su interior, se recrea el contexto de un Mesón, donde coexisten en armonía la vieja tipología industrial y los nuevos elementos incorporados a través del empleo de recursos formales modernos partiendo del color, las texturas y las formas. Por ello, el uso de tonos saturados en los murales colocados a ambos lados del salón (azules, naranjas, verdes) y las formas utilizadas en los dibujos, donde se hace referencia a la cerveza y el mar por medio de una historia contada con la gráfica y los colores. A esto se suma la aplicación del cobre en las parrilladas y el pavimento integral a base de resinas que posee también propiedades antiresbalables y antiácidas.
Con toda intención se dejó al descubierto la armadura metálica que compone la antigua estructura incorporándola así a la ambientación, y al mismo tiempo, se utiliza como soporte para colocar toda la iluminación, tanto general como local. De esa manera se logra bajar, virtualmente, los grandes puntales. El diseño del mobiliario, creado con una imagen rústica dada por el envejecimiento de la madera, se entremezcla con la modernidad que muestra el empleo del metal en su forma natural y la simplicidad del espacio en general. Forman parte de este diseño las dos grúas viajeras del antiguo almacén que se exhiben como exponentes de la función original de edificio y como valiosas piezas del patrimonio industrial cubano.

 

El edificio cuenta con todos los medios modernos de protección, y en el caso del sistema contra incendios, se aprovecha el agua de mar.
A diferencia de la factoría de la Plaza Vieja, esta del viejo puerto habanero, brinda al público la posibilidad de estar en contacto directo con el mar. Asimismo, se puede disfrutar de un diseño contemporáneo y agradable entre el ambiente natural marítimo y las estructuras de la anterior instalación industrial.