Yerros que realzan
16 de noviembre de 2015
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Quizás muchos se extrañen de un título que resulta, valga la redundancia, extraño, pero sirve para explicar la errónea política de décadas practicada en Myanmar –la otrora Birmania– que ha tenido como colofón la pérdida del poder por la jefatura militar y el ascenso de la eternamente perseguida Aung San Suu Kyi.
La recién efectuada primera elección parlamentaria al estilo occidental, aunque mucho más limpia que las que se realizan en el propio Occidente, dio como resultado el aplastante triunfo del opositor Liga Nacional por la Democracia sobre el hasta ahora gobernante Partido por la Unión Solidaria y el Desarrollo, formado por militares retirados de la antigua junta.
Si quienes gobernaban Myanmar tenían ideas revolucionarias y predicaban un socialismo sui generis, eso quedó atrás, al faltar voluntad politica para ponerlo en práctica.
De ahí que un pueblo cansado del gobierno militar disfrazado de civil, acudió masivamente a las urnas, con más del 80% de asistencia, para votar por el partido de Suu Kyu, una septuagenaria a quienes muchos llaman Madre o Tía Kyi.
No obstante, la Liga se encuentra en una encrucijada: El artículo 59 (f) de la Constitución, aprobada en el 2008, con gran oposición y bajo considerables dudas de fraude, impide a Aung San Suu Kyi ser candidata a la presidencia.
El artículo clarifica que nadie cuyo cónyuge, hijos y sus respectivas parejas tengan pasaporte extranjero, llegará a ostentar tan alto cargo. Sin dudas, un acápite editado intencionadamente para impedir su candidatura, pues Aung San Suu Kyi era la esposa del profesor de Oxford Michael Aris, y sus hijos continúan manteniendo la nacionalidad británica.
No todo es malo
Muchos esperan que la gobernanza en Myanmar tenga la capacidad de liderar al pueblo en el camino de la renovación, contribuyendo a elevar el papel de la nación en el ámbito internacional.
Porque aunque señalamos defectos en lo político, pese a la participación de 90 partidos en la contienda electoral, no se puede negar los logros de Myanmar, luego que la administración militar declarara la transición al gobierno civil hace varios años en un país recién abierto al mundo.
Además, la firma del cese al fuego entre el Partido de la Solidaridad y el Desarrollo de la Unión y los grupos étnicos armados constituye un progreso de suma importancia para lograr la paz a largo plazo.
En el aspecto económico, luego de ser uno de los países más pobres del mundo, debido a décadas de embargos, la economía de Myanmar ha pasado a tener un crecimiento en los últimos tres años, con un ritmo promedio de 7,6%, convirtiéndose en un mercado atractivo para los inversores extranjeros en el Sudeste Asiático.
El Banco Asiático para el Desarrollo pronosticó un ritmo promedio del crecimiento económico de un 9,5% anual hasta el 2030.
Gracias a los abundantes recursos naturales, fuerza laboral joven y la posición económica estratégica, Myanmar cuenta con condiciones para desarrollar un centro de energía y materias primas que conecte a la región del Sudeste Asiático con la India y China, el principal inversionista.
Entretanto, el partido vencedor Liga Nacional para la Democracia de Aung San Suu Kyi enarboló el eslogan: “Cambio”, en el sentido de un gobierno completamente civil que garantice los derechos humanos.
Retos al vencedor
El vencedor de los comicios enfrenta grandes retos. Para cualquier partido que hubiera ganado, sus relaciones con las fuerzas armadas serán el factor determinante para el futuro de este país. Otro problema reside en los conflictos sectarios en un contexto de extremismo religioso que perjudica la vida política.
Aunque se han conseguido resultados socioeconómicos relevantes, la vida de los habitantes no ha mejorado mucho. Myanmar continúa formando parte de los países más pobres de Asia, pues un tercio de la población vive en la pobreza.
En este sentido, el nuevo gobierno enfrentará numerosas dificultades. Sin embargo, de por sí la celebración exitosa de los comicios generales ayudará a Myanmar en la estabilización política, de manera de poder aunar fuerzas destinadas al desarrollo, dejando ambiciones y venganzas a un lado.
Para la eternamente perseguida Aung San Suu Kyu, Premio Nobel de la Paz y muy cortejada por Occidente, aunque no pueda acceder a la presidencia, será todo un reto demostrar un accionar libre de cualquier influencia que lesione la soberanía nacional. Respaldo popular y fuerte personalidad pueden ayudar para que Myanmar siga adelante.
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