…Y siguen las cesantías
15 de marzo de 2018
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Por razones de diverso tipo, que unos y otros alegan como ciertas, siguen lloviendo las cesantías y las solicitudes de baja dentro de la Casa Blanca de la Administración Trump a escasamente un año de iniciada la gestión del pintoresco mandatario electo sin mayoría de votos gracias al peculiar sistema electoral de Estados Unidos.
Eso no parece, sin embargo, ser lo esencial para explicar el ambiente de caos, contradicciones, decisiones imprecisas y la consiguiente confusión que emerge desde el poder ejecutivo de Estados Unidos. Nada debía sorprender si se tienen en cuenta las actitudes y pronunciamientos del entonces candidato, devenido presidente para sorpresa de muchos que ahora se asustan ante las imprevisibles perspectivas.
Sin dudas, entre todas esas sacudidas y conmociones internas que hasta el momento tienen lugar en los predios presidenciales del Imperio yanqui, la más resonante es la cesantía de que ha sido víctima el secretario de Rex Tillerson, magnate petrolero convertido en diplomático por obra y gracia del gabinete empresarial establecido por la Administración desde sus inicios.
Los rumores sobre una inminente salida de Tillerson crecieron a partir del pasado mes de octubre y se atribuyeron a las crecientes contradicciones con las posturas de Trump y sus más cercanos asesores familiares (hija y yerno) respecto a temas cruciales de la política exterior como el acuerdo nuclear con Irán y los conflictos del Medio Oriente, incluido el traslado de la embajada de Estados Unidos en Israel desde Tel Aviv a Jerusalén y otros temas que se dicen relacionados con la península coreana y la probable guerra comercial con China y otros socios comerciales de importancia como la Unión Europea.
Todavía se recuerda que Tillerson jamás se retractó de haber adjudicado el calificativo de “imbécil” al presidente, tal como fue recogido en su momento por numerosos medios informativos del país y el extranjero.
En medio de los variados y controvertidos frentes abiertos por la actual Administración en cuanto a las relaciones internacionales del Imperio, no parecerá ser el momento más adecuado para producir esta crisis a la cabeza del Departamento de Estado, ya golpeado por una drástica reducción presupuestaria que fue a parar a los gastos militares.
El presidente apuesta ahora a dos seguidores más fieles: Mike Pompeo y Gina Gaspel. Los antecedentes de ambos no permiten forjarse una visión optimista de lo que podrá ocurrir en el futuro mientras se desempeñen al frente de dos entidades que tanto tienen que ver con la actuación del Imperio fuera de sus fronteras: el ya mencionado Departamento de Estado y la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Los dos funcionarios recién designados deberán ser confirmados por el Senado, con mayoría republicana que pudiera significar una aprobación rápida y segura, más probable en el caso de Pompeo –un ex graduado de West Point, ex congresista y hombre de negocios– que ya fue aprobado anteriormente cuando fue situado por Trump al frente de la CIA.
Gina Gaspel pudiera enfrentar mayores dificultades, si se tiene en cuenta que cuando fue analizada por ese cuerpo legislador para una designación anterior aparecieron sospechas sobre su vinculación con las torturas a que fueron sometidos en una cárcel secreta en Tailandia varios acusados por presunto terrorismo, según denunció The New York Times.
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