Violación de la soberanía
29 de julio de 2020
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Molesto, como siempre, por el avance económico de la República Popular China, aún en estos tiempos de pandemia del nuevo coronavirus, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, amenazó con tomar nuevas represalias contra Beijing, reiteró su acusación de lo que llama “virus chino” es el causante de que EE.UU. sea el centro mundial de la enfermedad –debido a su mal manejo de la situación–, violó el territorio y cerró el consulado chino en Houston y se dispuso a elevar la guerra comercial que, de una manera u otra, ha emprendido sin razón contra el gigante asiático.
Trump desbarra contra los acuerdos comerciales de China con otros países, que, en el caso de los países africanos, velan por los intereses de los habitantes del continente más pobre del mundo, mientras EE.UU., por el contrario, sólo se ocupa de enviar tropas, hacer que sus socios europeos hagan lo mismo y, desde posiciones de fuerza, establecer convenios en los que siempre sale favorecido.
Cuando EE. UU, emprende alguna inversión en una nación del Tercer Mundo, presiona para que esta abra sus puertas y garantice su éxito, sin nuevo aporte, sea aumento de capital, nueva tecnología, infraestructura o nuevos empleos.
El Estado receptor debe abrir las puertas y garantizar el éxito de la inversión y deberá responder ante árbitros extranjeros por cualquier cambio que afecte la ganancia de la empresa inversora. Por ejemplo, recordamos como el gobierno de Rafael Correa aplicó leyes ecuatorianas contra la corrupción a la Occidental Oíl, que, además de hacer caso omiso, logro que la “justicia” estadounidenses multara a Ecuador en 2 300 millones de dólares. Este tipo de situación, por supuesto, no puede ocurrir con el actual régimen de Lenin Moreno.
FALSEDAD
Es conocido que en los convenios en que participa, Estados Unidos elude cualquier compromiso que le pueda perjudicar, y sólo presiona al resto de los firmantes a cumplir su parte.
Es toda una trampa que tiene sus antecedentes en el siglo XVI, cuando los anglosajones, bajo la etiqueta de libertad de comercio, practicaban lo que llamaban diplomacia económica.
Fue el caso de la Compañía inglesa de las Indas Orientales, la primera gran corporación, que utilizaba su poder sobre los comerciantes de la India, Paquistán, Bangladesh, Myanmar y Sri Lanka.
Lo que se negocia en foros multilaterales de fondo económico, como la Organización Mundial de Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, etcétera, implica casi siempre una erosión de soberanía: la reducción de espacio para políticas económicas y sociales autónomas. Exigencias más drásticas se hacen en todos los acuerdos bilaterales con las etiquetas de libre comercio, y cooperación económica.
La percepción clásica de que los acuerdos internacionales reflejan y consolidan un status quo, no se aplica a la diplomacia económica, porque esta se altera, al negociar normas internacionales que tendrán consecuencias políticas, económicas y sociales dentro de los países. Toda una violación de la soberanía.
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