Venezuela como ejemplo
14 de marzo de 2016
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Admirado constato cómo a pesar de estar envuelto en una compleja situación en la que la mayoritaria derecha parlamentaria trata de eliminar mediante un golpe de Estado “blando” –alentada por EE.UU., que lo declara descaradamente como un peligro para su seguridad–, el gobierno de Nicolás Maduro no se descuida en nada para mantener en activo la Comisión por la Justicia y la Verdad, con el fin de atender y dar respuestas a los familiares de varios miles de asesinados y desaparecidos durante la denominada Cuarta República, que perduró desde 1958 y 1998.
Precisamente, la reacción legislativa trata de regresar a esos días en que dominaban los monopolios y no había interés por la política de inclusión social, además, del lógico espíritu revanchista que trasciende entre sus principales líderes.
Es tan así que hace recordar a los cabecillas de la gusanera de origen cubano radicada en Miami, la cual, ante sus esperanzas de que la Revolución desapareciera a causa de la caída del campo socialista europeo, hacían abierta propaganda de su petición de que les concedieran “tres días para matar” cuando regresaran a Cuba.
Lo cierto es que Venezuela es un ejemplo para otras naciones acerca de la labor que debe ser emprendida para averiguar qué pasa con los desparecidos, donde están enterrados los miles y miles de muertos por el paramilitarismo, las mafias y todo tipo de elementos que, de una manera u otra, se han aprovechado de políticas propugnadas por el imperialismo.
Por ejemplo, sobre Colombia no es la primera vez que señalo acerca de la necesidad de eliminar el paramilitarismo, si se quiere llegar a una paz ordenada, luego de más de medio siglo de guerra interna.
En los últimos años han sido encontradas 4 496 fosas comunes, donde la mayoría de las víctimas fueron achacadas al paramilitarismo, según admisión oficial, que eleva a cerca de 79 000 el número de desaparecidos.
La Unidad de la Justicia Transicional de la Fiscalía indicó que las fosas comunes son empleadas “por los paramilitares, que también optan por arrojar los cadáveres a los ríos, incinerarlos o prácticas similares que eran atroces, pero que, definitivamente, no van a poder dar cuenta sobre qué ocurrió, en donde está el cuerpo”.
Uno de los espacios más emblemáticos en Colombia es el sector de La Escombrera de la Comuna 13 de Medellín, considerada por la Fiscalía como la fosa común urbana más grande del mundo.
Muchos de los cuerpos enterrados allí habrían sido víctimas de “falsos positivos” (simples ciudadanos apresados y asesinados bajo el pretexto de que eran supuestos guerrilleros) o ejecuciones extrajudiciales, tales como las registradas en la Operación Orión en octubre del 2002, durante el gobierno de Gonzalo Álvaro Uribe Vélez, quien ha sido señalado –al igual que la parentela– como responsable de la creación de grupos paramilitares.
Amplísimo es el dossier colombiano, solo comparable en esta época con el mexicano, donde a partir del conocido caso, aun sin resolver, de los 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa ubicada en Iguala, estado de Guerrero, detenidos por la policía y entregados a un cartel de la droga (otros criminales, diría), fueron encontradas en pocos días 60 fosas comunes con 129 cadáveres no vinculados con el caso de los normalistas.
Los hallazgos demuestran la violencia y la impunidad existentes en México, donde las autoridades se hacen de la “vista gorda” ante los altos índices de secuestros, homicidios y secuestros realizados por un alto número de bandas criminales.
Mucho se pudiera decir en este lamentables aspecto, por lo que, por el momento, creo que el referente venezolano es un valioso y claro ejemplo a seguir y tener en cuenta.
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