Unidad, diversidad e integración en el gran caribe
14 de enero de 2016
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En momentos en que los esfuerzos por una mayor unidad en la diversidad e integración de todo tipo son requeridos, ante los intentos imperiales de reconquistar espacios e influencias perdidas en nuestra región, se anuncia la celebración en Haití, los días 18 y 19 de enero, del encuentro de cancilleres de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), donde Cuba recibirá de manos del país haitiano la presidencia pro témpore de esa organización caribeña.
Fundada en 1994 en Cartagena de Indias, Colombia, la AEC fue posiblemente el primer espacio político donde las naciones caribeñas pudieron discutir libremente sus asuntos y llevar adelante la cooperación entre ellas sin intervenciones foráneas, dentro de la amplia región comprendida por el Gran Caribe.
Fue un importante logro de independencia, soberanía y unión entre los 25 países que la integran y constituyó un antecedente de otras agrupaciones integradoras surgidas con posterioridad como las actuales Unión de Países Sudamericanos (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
El actual secretario general de la AEC, el colombiano Alfonso Múnera reconoció recientemente en entrevista periodística que “Cuba es un aliado incondicional y entusiasta en las tareas de la organización y entiende perfectamente su potencial para la implementación de programas estratégicos en el área del Caribe”.
Las dos Cumbres más recientes de la AEC –efectuadas en Haití y en México– sirvieron para revitalizar y dinamizar a la organización mediante sus principales proyectos integradores que ya se desarrollan y el trabajo conjunto con otros organismos regionales como la Comunidad del Caribe (CARICOM), el Sistema Económico Latinoamericano (SELA), el Sistema de Integración Centroamericana (SICA) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
En la actualidad, hoy dos iniciativas particularmente importantes que impulsa la AEC: uno es el programa Shock, dirigido a la prevención y alerta temprana de huracanes, tan frecuentes en todo el área del Gran Caribe; otro es la conexión al sistema de información geoespacial de Naciones Unidas.
La Asociación mantiene –y seguramente continuará haciéndolo en la próxima etapa– el reto de lograr una ejemplar unidad en la diversidad; mayor cohesión entre sus integrantes frente a los desafíos comunes; aprovechamiento racional de todo el potencial aquí reunido y una mayor coordinación y acercamiento de la CELAC y sus objetivos, que abarcan “del Río Bravo a la Patagonia”, promoviendo el desarrollo sostenible del Gran Caribe como propósito fundamental.
No olvidar que los miembros plenos de la AEC forman parte también de la Zona de Paz establecida por la CELAC para toda América Latina y el Caribe, y ella se convierte así en su defensora, impulsora y cumplidora. Coincidentemente, la República Dominicana –un miembro pleno y fundador de la AEC– se convertirá en el próximo presidente pro témpore de la CELAC, a partir de la Cumbre de Quito el 27 de enero próximo.
Cualquier paso, por modesto que parezca, en aras de la unión e integración de Nuestra América reviste suma trascendencia para hoy y sobre todo para el futuro. No somos más “patio trasero” de nadie.
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