Una repulsa universal que se extiende
5 de noviembre de 2018
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Las diez derrotas aplastantes sufridas en menos de una hora por el gobierno imperialista de Estados Unidos en la Asamblea General de la ONU, como consecuencia de la presentación y aprobación contundente de la resolución contra el bloqueo económico, comercial y financiero de carácter extraterritorial contra Cuba –que cumple más de 50 años y es el más largo conocido en la historia– nos reflejan solo el repudio prácticamente unánime de la comunidad internacional contra tal engendro, sino fueron, –a nuestro juicio– una muestra evidente y muy clara del repudio universal que suscitan la Administración Trump y su conducta amenazante, prepotente y delincuencial en todas las regiones y conflictos que hoy conmocionan al mundo.
No teniendo posiblemente otro modo de expresarlo de manera tan visible y organizada, las naciones que conforman el amplio y variado espectro de las Naciones Unidas aprovecharon la ocasión que anualmente les brinda esta votación desde 1991 para expresar su absoluto rechazo a las prácticas imperiales que en estos momentos se extienden como nunca antes más allá del derecho internacional público y del derecho internacional humanitario. Fue un mensaje diáfano y claro.
Más allá de sus fechorías recientes, empujado por los dudosos resultados de las elecciones del 6 de noviembre, hay una política de la Administración Trump anunciada desde los tiempos de la campaña electoral presidencial encaminada a atropellar y desconocer los compromisos asumidos por los anteriores gobiernos de Estados Unidos, –aún con sus socios y aliados– y a ignorar y despreciar a las organizaciones internacionales de las cuales forma parte o huir de ellas como en los casos de la UNESCO y el Consejo de Derechos Humanos.
Otorgar tal abrumador y reiterado respaldo a Cuba en la votación contra el bloqueo recién efectuada, tiene un efecto demoledor que traspasa este tema y este caso concreto: involucra a toda la problemática mundial, cuyos gobiernos –de cualquier signo ideológico– ven con estupefacción, asombro y temor las actuaciones de la Administración Trump, encerradas en una lógica grotesca, enloquecida y aparentemente imprevisible, que de este modo pretende ocultar sus verdaderos propósitos de hegemonía económica y dominio político, sin reparar en límites.
No es de extrañar que un sujeto de la calaña de John Bolton, mentiroso delirante y provocador de guerras en las que no pone nunca su pellejo por delante, haya sido colocado por Trump como cabeza visible de esta política, que ya puso en práctica en tiempos del genocida Bush hijo.
Tras el rechazo universal en la ONU. Trump parece estar cada vez más solo y aislado, abrazado solo por Netanyahu y el impresentable Bolsonaro, que desde ahora se enorgullece en ser su faldero.
Ensoberbecido y prepotente, tal vez cuando menos lo esperaban, los actuales jerarcas del Imperio recibieron una lección de dignidad y soberanía que no deben olvidar.
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