ribbon

Un pésimo chiste de mal gusto

18 de febrero de 2019

|

 

Un personajillo mediocre que cada cierto tiempo es mencionado por las agencias noticiosas internacionales es Luis Almagro, actual secretario general de la desprestigiada, inútil y corrupta Organización de Estados Americanos, convertido como ninguno de sus antecesores en servidor fiel de la política imperialista y neocolonial del gobierno de los Estados Unidos con respecto a América Latina y el Caribe.

A pesar de las horribles páginas escritas por la OEA desde el momento de su fundación hasta hoy para actuar a favor de los intereses yanquis en el continente, es muy probable que en ningún otro momento anterior la nauseabunda organización se haya mostrado en condiciones tan deplorables e indignas como bajo la pretendida conducción del traidorzuelo uruguayo, repudiado por sus propios compañeros del Frente Amplio que la rechaza y se avergüenzan de su proceder.

Tras manipular junto al Departamento de Estado y la CIA los planes de agresión contra Venezuela, contra la que mantiene una febril actividad mercenaria y participa bajo cuerda alentando a la pandilla o grupo de Lima, Almagro no encuentra límites en cómo complacer a Donald Trump y los suyos. Piensa seguramente en su reelección en el estercolero de la OEA y no quiere que se le escape a manos de otro abyecto competidor, que siempre puede aparecer.

Su más reciente prueba de sumisión parece sacada de un viejo álbum de pésimos chistes de mal gusto: se trató de una insólita “conferencia” organizada por la OEA sobre la reforma constitucional cubana y la adopción de la nueva Carta Magna de la isla mediante el proceso organizado de manera transparente, democrática y abarcadora de toda la población cubana, que concluirá con el referendo del 24 de febrero.

No siendo capaz de dar la cara, fue su asesor Christopher Hernández quien intervino en la perorata y –ni más ni menos– consideró como “ilegítima” a la nueva constitución que el pueblo cubano libremente se dio a lo largo del proceso de reforma recién concluido.

Aunque la cancillería cubana le dio en su momento respuesta oportuna a los propugnadores de tan ridículo circo, no está de más recordarles que hace aproximadamente 60 años Cuba se liberó del yugo de Washington y de la OEA y ninguna de las dos instancias tiene la menor autoridad legal ni moral para trazar pautas a un país soberano e independiente, que ya decidió recorrer ese camino y no está dispuesto a retrocederlo a ningún precio, como lo ha demostrado reiteradamente.

Si Almagro pretendiera comprobar la veracidad de este aserto, obviamente, tendría que pasar sobre numerosas normas vigentes de derecho internacional, sobre la Carta de la ONU e incluso sobre la propia Carta de la OEA, que yace moribunda y vilipendiada desde que se firmó, violada sucesivamente por los gobiernos de Estados Unidos.

Comentarios