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Un día, un patriota y un rebrote fascista

10 de septiembre de 2018

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Este fin de semana una recordación internacional que no debiera “pasar por debajo de la mesa”, como se dice en el argot popular, me trasladó –con recuerdos y vivencias– a la Checoslovaquia de la década de los 80 y a Julius Fucik, un reportero y combatiente anti fascista asesinado, símbolo que dio lugar a la fecha del 8 de septiembre como Día Internacional del Periodista.

Es una pena, de las tantas en que ha devenido el derrumbe socialista europeo y sus influencias en muchos otros países, que la figura de Fucik y con ella, la impronta de su obra y su resistencia, se hayan querido hasta sacar de los programas de estudio en escuelas de periodismo donde se forman los profesionales del presente y el futuro.

Del 8 de septiembre, Día Internacional del Periodista, casi no se habla, ni se escribe, ni se recuerda en actos públicos.

Por eso acudo a su obra más conocida y fundamental “Reportaje al pie de la Horca”, y constato cuan profunda clase de redacción periodística, cuando se sabe describía el día a día de su penosa vida en la cárcel de Pankrac, en Praga, y su confianza en que con la lucha antifascista se echaría abajo una de las más oprobiosas filosofías extremistas el nazifascismo, impuesta en Alemania y que provocó millones de muertos en toda Europa.

En mi caso, la meditación y el recuerdo me detienen en cada párrafo de la obra de Fucik, aquel joven checoslovaco que pensé pasaría a la inmortalidad, sobre todo por la enseñanza que dejó, tanto para quienes nos adentramos en la profesión de periodista como para quienes saben que la resistencia revolucionaria y combatiente, es parte inseparable de los convencidos de que un mundo mejor es posible.

Por motivos de trabajo, a finales de la década de los 80 conocí la cárcel de Pankrac, en Praga, lugar donde Fucik pasó parte de su cautiverio y pudo, en medio de bárbaras torturas, escribir lo que cada día sucedía con él y otros reos, hasta que lo trasladaron a Berlín y fue ejecutado, con el afán de callarlo para siempre.

La Organización Internacional de Periodistas (OIP), desaparecida cuando el Muro de Berlín se vino abajo y el campo socialista europeo se desvaneció junto a la Unión Soviética, creó su más alta condecoración con la efigie y el nombre de Julius Fucik.

Y recuerdo hoy al patriota checoslovaco, además, ante el asombro de lecturas sobre rebrotes fascistas que se suceden en algunas naciones europeas, fundamentalmente en Alemania, y en Estados Unidos.

Hechos recientes como las manifestaciones pro nazis ocurridas la pasada semana en la urbe alemana de Chemnitz, antigua “Ciudad de Karl Marx”, como se le llamaba hasta que la República Democrática de Alemania, fue asimilada por la República Federal.

El 1 de junio de 1990, cuando el Muro de Berlín se vendía en pedazos como suvenir, retomó el nombre antiguo y al parecer con el patronímico aparecieron también los gérmenes del fascismo que se pensaba habían sido arrancados de raíz.

Esta vez, varios movimientos extremistas de derecha, entre ellos el partido antiinmigrantes Alternativa para Alemania (AfD) y el movimiento anti Islám Pegida, salieron desafiantes a las calles, en expresión de rechazo total a que la nación más rica de Europa asimile inmigrantes, de los decenas de miles que emprenden viajes desde las empobrecidas tierras africanas o de las desestabilizadas por la guerra del Oriente Medio.

Resulta necesario recordar que en las pasadas elecciones alemanas, aún con su discurso xenófobo, la AfD ocupó por primera vez una minoría en el Parlamento, mientras diferentes grupos neonazis y de extrema derecha han ganado cada vez mayor protagonismo.

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