Trump y la cloroquina…
3 de julio de 2020
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Me he preguntado cómo es posible que un presidente de un gran país, pueda ser tan obtuso —y tan irresponsable— como para cometer errores que tienen como denominador común la vida —o la muerte—de los humanos, y hasta juegue con sus planteamientos públicos sin que tengan un ápice de credibilidad, por constituir mentiras.
Me refiero a Donald Trump, quien en los meses de pandemia en su país y el mundo, ha transitado por los más disparatados planteamientos, como por ejemplo, asegurar públicamente que la hidroxicloroquina y la cloroquina eran medicamentos que curarían el virus de la COVID-19. Tesis inmediatamente devaluada por los científicos, personas cuerdas cuyo denominador común es la investigación y la comprobación de cuanto se pueda utilizar por los seres humanos en el tratamiento de la más sencilla o la más complicada enfermedad.
Al asegurar tal cosa, el mandatario no tuvo en cuenta ni el criterio científico de sus propios asesores, ni la falta de demostración sobre lo que proponía. Lejos de eso, acudió a una cínica idea: sugerir la inyección de desinfectantes de uso común a pacientes de la Covid-19 para matar el virus.
Los medios internacionales dan cuenta de las continuas oportunidades en que el presidente de Estados Unidos, a través de comparecencias públicas y del acostumbrado uso de los Twitter, ha causado una gran confusión en la población y se han producido intoxicaciones peligrosas, ya sea por ingenuidad o por seguir a pie juntilla todo lo que venga de Trump.
Cabe aquí la gran pregunta: ¿Puede un hombre así dirigir los destinos de una nación? La respuesta no la esperemos ahora, sería mejor comprobarlo el 3 de noviembre, cuando ese país acuda a las urnas a elegir un nuevo presidente o, como aspira el actual, reelegir al que hoy juega con la vida de los seres humanos.
Debía darle vergüenza —de tenerla— que la propia Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA por sus siglas en inglés), además de revocar el uso de la hidroxicloroquina tan recomendada por Trump, ha advertido sobre los problemas logísticos causados ante la euforia del mandatario para que se consuma.
Actualmente el gobierno federal acumula 63 millones de dosis de este compuesto y dos millones de dosis de cloroquina, luego de que la FDA ha prohibido su uso en pacientes contagiados con la COVID-19.
Se trata del medicamento producido en grandes cantidades, a partir del mes de marzo, cuando el magnate presidente aseguró que «los primeros resultados de su aplicación en enfermos del coronavirus eran muy, muy alentadores». Inclusive afirmó varias veces que él estaba consumiendo ese medicamento.
«No hay razón para creer que estas medicinas sean efectivas contra este virus, e, incluso, su uso puede provocar problemas cardiacos graves», refiere la agencia reguladora del uso de fármacos.
Hay coincidencia, en quienes opinan que la ignorancia, y la imprudencia de Trump forman parte ya de los capítulos más desafortunados de la historia de la pandemia, donde el presidente tiene la responsabilidad mayor de que personas hayan muerto o terminaron hospitalizadas en cuidados intensivos, al seguir sus recomendaciones.
Esto, sin contar los millones de dosis que nunca debieron producirse para un tratamiento indebido, que puede llegar a ser letal.
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