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Trump, el circo y el estado de la Unión

1 de febrero de 2018

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Todo estaba calculado milimétricamente. Cuando las cortinas se corrieron en el recinto congresional norteamericano, el actor principal movía su cabeza de una sección a otra en la que aguardaban sentados demócratas y republicanos. Era el día en que Donald Trump se estrenaba en su primer informe sobre el Estado de la Unión.

Entre los asistentes –bufones incluidos– se sabía muy bien que nada nuevo aportaría el mandatario, que no estuviese dicho o escrito en alguno uno de sus miles de Twitter.

Pero el circo esta vez, contaba además con añadidos mediáticos y presencia de “testigos”, de manera que el magnate devenido en actor pudiera tratar de “convencer” a los incrédulos –presentes o televidente en cualquier parte del mundo– de sus cualidades humanas en defensa de un “Estados Unidos primero”.

Cuando arremetió, una vez más, contra los millones de inmigrantes llegados durante las últimas décadas a su país, su esposa le hacía “la pala” y mostraba a familiares víctimas de un ataque producido por foráneos. A Trump, “conmovido” por la escena, solo le faltó derramar alguna lágrima para hacer más creíble su congoja, y justificar la expulsión masiva de estos, así como la tan cacareada idea de levantar un gigantesco muro en la frontera con México para “cerrar el paso” a quienes causan daño a la pujante economía de la que Trump se auto declara máximo y único responsable.

Dijo que “pronto” se levantará la polémica muralla, con el objetivo de frenar “las drogas y el crimen”.

El magnate presidente insistió en una de sus más cuestionadas promesas de campaña, llamando a los legisladores “a rechazar y sustituir” el “desastre” de Obamacare, el sistema de salud heredado de su antecesor Barack Obama.

El asunto es delicado: La decisión implica dejar unos 20 millones de personas sin cobertura médica.

En la larga escena circense hubo un momento quizás el menos creíble de los varios dentro del discurso de Trump en que convencido de que hablaba ante un público que parecía estar integrado por “convidados de piedra”, dijo lo siguiente: “Como presidente de Estados Unidos, mi más alta lealtad, mi mayor compasión y mi constante preocupación son los niños de Estados Unidos, los trabajadores en dificultad en Estados Unidos y las comunidades olvidadas de Estados Unidos. Quiero que nuestra juventud crezca para lograr grandes cosas. Quiero que nuestros pobres tengan la oportunidad de levantarse”, aseguró el mandatario.

Por supuesto, en ese rosario de virtudes humanas, ni una sola palabra a favor de los miles de niños y jóvenes inmigrantres centroamericanos expulsados del país rico al que viajaron en busca de una vida mejor, o al menos, de trabajo.

Tampoco tuvo palabra alguna para lamentar la muerte de negros ametrallados por la policía blanca; o para los que hacen de la venta de armas, el más multimillonario negocio, aunque estas causen cada año decenas de miles de muertos, entre ellos niños, estudiantes, asistentes a un cine, a un baile, etc.

Como buen show mediático, el Presidente no olvidó hacer referencia a su “mano dura” contra gobiernos como el de Cuba y Venezuela, a los que califica de “dictaduras”, y a Corea del Norte, al que le agregó además el adjetivo de “brutal”.

Fue aplaudido cuando dijo quizás la más grande de las mentiras: “El año pasado prometí que trabajaríamos con nuestros aliados para extinguir al Estado Islámico de la faz de la tierra. Un año después, estoy orgulloso de informar de que la coalición para derrotar al Estado Islámico ha liberado casi el 100 % del territorio que una vez controlaron estos asesinos en Irak y Siria”.

La información no menciona para nada los miles de civiles muertos por los bombardeos de la aviación estadounidense que más que combatir a los terroristas, apoya militar y financieramente a grupos de los que cometen cualquier atrocidad en el afán de hacer colapsar al gobierno de ese país árabe.

Obvió deliberadamente que han sido los combatientes del ejército sirio y los aliados rusos, quienes han derrotado a los terroristas en casi toda la nación siria.

En su demencial manera de decir y hacer las cosas, Donald Trump sacó no sé de qué gaveta, el trapo sucio de la ilegal cárcel instalada por George W. Bush en la también ilegal base militar en Guantánamo, Cuba.

Y no se le pudo ocurrir idea más descabellada. Dijo que “la cárcel de Guantánamo en Cuba, será usada para recluir terroristas del Estado Islámico (Isis) y de cualquier parte del mundo”.

En fin, cuando se cerraron las cortinas del escenario llamado Informe sobre el Estado de la Unión, el protagonista, sus bufones y demás asistentes, salían eufóricos unos y decepcionados otros; estos últimos ante el hecho de no haber oído nada nuevo y racional en las palabras del mandatario.

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