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Trump al banquillo

23 de diciembre de 2019

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Finalmente, la Cámara de Representantes ha sentado al presidente Donald Trump en el banquillo de los acusados, donde el excéntrico y peculiar mandatario deberá responder de las fechorías de las cuales se le acusa, al cabo del dilatado proceso que los legisladores del Partido Demócrata desataron y llevaron a cabo hasta lograr una conclusión que les fuera favorable.

Al margen de los resultados que en definitiva pueda tener el significativo proceso acusatorio, -tercero en toda la historia de Estados Unidos, sin contar el caso del evasivo Richard Nixon,- el hecho en sí mismo es conmocionante no solo para la política del Imperio yanqui en lo interno sino también para la política exterior y las relaciones internacionales de Washington con el resto del mundo.

La súbita conversión del mandatario poderoso y arrogante en un eventual delincuente que deberá comparecer para ser juzgado es lo suficientemente traumática para no ser ignorada y valorada en toda su gravedad y peligros.

Llegada esta disyuntiva, subsisten interrogantes por esclarecer acerca del ominoso recorrido por el cual están haciendo pasar a un mandatario yanqui como este, pleno de egocentrismo y de alardes de fuerza como un Superman encarnado.

Una de ellas, muy importante, es si los dirigentes demócratas, conscientes de que la correlación senatorial no les es favorable para la destitución del Presidente, buscan solo una campaña de desprestigio y desgaste de una magnitud tal que impida a Trump ser reelecto en noviembre de 2020.

No es concebible que los bien informados demócratas ignoren este hecho y que aún así hayan decidido conducir el proceso hasta las últimas consecuencias, o sea, hasta el juicio político.

Aunque la base electoral incondicional y propia de Trump cierre filas a su favor, no puede asegurarse que con ese apoyo solo pueda alcanzar la reelección pues hay un importante segmento electoral oscilante que lo apoyó en la elección anterior y ahora puede abandonarlo.

No olvidar tampoco que para Trump el voto popular fue minoritario en 2016, cuando Hilary Clinton lo aventajó en más de tres millones de votos.

Queda por ver si una vez concluido el juicio sin su destitución el mandatario logra contraatacar con fuerza, sintiéndose triunfador sobre sus oponentes, y puede borrar del imaginario popular todas las acusaciones de gravedad de que ha sido objeto y así recuperar el amplio margen de confianza necesario para ser reelecto.

Para el decadente Imperio en su conjunto, no cabe duda de que se aproxima una prueba de fuego y mientras tanto siguen saliendo a la luz sus mezquindades y miserias ante los ojos espantados de la restante humanidad.

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