Temer, censurable
11 de junio de 2018
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No le preocupa ser impopular, que su aspiración para seguir en la presidencia no pueda cuajar por ello. A Michel Temer solo le importa mantener injustamente en prisión a Lula, coadyuvar a la desintegración de Unasur y apoyar en ello a otros gobiernos conservadores, cuya miopía política es todo un absurdo atraso que favorece a los planes imperialistas de volver a controlar totalmente la región.
Sin importarle los magros resultados, Temer prosigue fortaleciendo la militarización de las “favelas”, con el pretexto de combatir a la delincuencia, olvidando que el crimen organizado no está en los barrios populares, porque estos no tienen sistema financiero para lavar dinero, no tienen estructura para comercializar armas ni para traficar droga en grandes volúmenes.
Tras ser el principal peón en el “golpe blando” que depuso a Dilma Rousseff, el espurio personaje ha maniobrado para llevar a Lula a prisión, pero ahora enfrenta el problema que el ex presidente tiene más popularidad que antes, que era grande.
Empero, sus principales esfuerzos los emplea para mantenerlo en prisión y, aunque ganase las elecciones del 7 de octubre próximo, hacer que, judicialmente, no salga libre y se nombre como sustituto al presidente de un Congreso corrupto, siempre servil a los intereses imperiales y de la oligarquía.
Lula, como se ha publicado repetidamente, cumple una condena de más de12 años, por delitos en los que no se ha presentado ni una prueba fehaciente, fabricado todo a base de mentiras, pero con el apoyo de quienes poseen los principales recursos del país, que saben que Lula y su Partido de los Trabajadores (PT) son sus principales enemigos.
Ahora es más difícil predecir si pueda salir de prisión, pero si así fuera, tendría un respaldo aún mayor del actual.
De ahí que Temer, quienes lo sostienen, se benefician con eliminar a Lula de la lucha electoral que se avecina, y de ahí el peligro de que pueda ser muerto en prisión. No obstante, el septuagenario líder se mantiene sereno y con la “conciencia de los inocentes”, en palabras de la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann.
Temer y muchos de sus aliados deberán evaluar si lo que ocurrió los librará sobre todo de un rival político de talla o más bien los dejará más expuestos a los fiscales y jueces de la operación Lava Jato. El Partido Social Democrático Brasileño, del ex mandatario Fernando Henrique Cardoso, que perdió las últimas cuatro elecciones que disputó contra el PT, emitió un comunicado, hipócrita a todas luces:
“El ex presidente no está por encima de la ley, sino al alcance de ella, como todos los brasileños. Una decisión en sentido contrario frustraría a la sociedad y sería un retroceso en el combate a la impunidad”.
Los analistas anticipan los comicios más inciertos desde la vuelta de la democracia representativa en Brasil en 1985. Temer –a pesar de su impopularidad– y su ministro de Finanzas, Henrique Meirelles, ya hablan de presentar sus candidaturas. El primero apenas tiene el 6% de respaldo y el segundo el1 %. Pero estar en el gobierno sería una ventaja para que el actual mandatario maneje la campaña presidencial, además de tener a Lula preso, sin que se sepa exactamente cuál será su futuro.
El electorado brasileño está molesto con los partidos tradicionales, cuyas principales figuras están acusadas de corrupción. Podrían optar por una tercera opción, pero en Brasil nadie puede ganar sin el apoyo de la maquinaria política.
Por el lado de la extrema derecha aparece Jair Bolsonario, ex militar que ha logrado agrupar la rabia popular contra la clase política. Se ha pronunciado a favor de la mano dura contra la delincuencia. Su frase de cabecera, “el mejor bandido es un bandido muerto”, despierta preocupación, pero también respaldo popular. Mal augurio en este Brasil, pesimamente gobernado por un Temer censurable.
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