Soplar el silbato
2 de julio de 2013
|Cogido in fraganti, el gobierno de Estados Unidos trata de criminalizar a aquellos que, como Edgard Snowden, han dado a conocer el espionaje que las agencias de inteligencia norteamericanas practican contra millones de ciudadanos en esa nación y otras 34 del planeta. Calificativos peyorativos como el de “chivato” y el hacer creer que tales revelaciones dañan al país, son divulgados reiterada y profusamente por la máquina propagandística al servicio del Imperio, pero la ciudadanía en el mundo anglosajón tildan a Snowden y a individuos como él de whistle-blowers (“los que soplan el silbato”), una palabra con connotaciones positivas, pues se refiere a aquellos que revelan información de interés para la ciudadanía que se estaba tratando de ocultar.
Lo cierto es que Estados Unidos ha estado tratando de hacer la vida imposible a Snowden por sus filtraciones sobre el espionaje del Imperio contra ciudadanos, empresas y colectivos, y en un acto de prepotencia llegó a amenazar con sanciones económicas al gobierno de Ecuador, si accedía a su solicitud su asilo político, cuestión rechazada tajantemente por el presidente Rafael Correa por considerarlo una injerencia norteamericana en los asuntos internos de la nación suramericana. El ex agente solicitó ahora asilo a Rudia, pero EE.UU. se ha abstenido de amenaza alguna.
El caso de Snowden, notorio por lo reciente y sus revelaciones irrefutables sobre el vasto alcance del espionaje norteamericano, se agrega a la lista de personas que arriesgan sus vidas para denunciar las prácticas fraudulentas y violatorias de los derechos humanos empleadas por Estados Unidos, bajo el pretexto de los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001.
Cuando hace unas noches observaba en el programa televisivo Espectador Crítico la trama de la película “La noche más oscura”, que envolvió el asesinato de Osama bin Laden –figura creada y manejada por el Imperio hasta que no fue de utilidad-, recordaba las palabras del analista Daniel Estulin acerca del objetivo de EE.UU. en relación al caso Snowden: “… el enemigo no son futuros Bin Laden o Ghadaffi, nunca lo fueron. El enemigo somos todos nosotros, tanto en los aeropuertos, como en las fronteras o en las esquinas de alguna calle. A partir de ahora nos explorará la mente una nueva y asombrosa tecnología desarrollada por la Sección de Factores Humanos de la Dirección de Ciencia y Tecnología del Departamento de Seguridad Nacional de EE.UU. y ese es el objetivo final de lo que estamos viendo ahora mismo”. Es precisamente por eso que “el Gobierno norteamericano está tan cabreado, porque esos secretos suyos están saliendo a la luz”.
En su opinión, el establecimiento de la ley antiterrorista “privó a los ciudadanos estadounidenses de la mayor parte de sus derechos constitucionales. Asimismo, contempla “la deportación de residentes extranjeros sin seguir el procedimiento reglamentario y la confiscación de los activos de cualquier individuo u organización al que un Gobierno, cada vez más criminal, declare arbitrariamente terrorista”. La privacidad y la intimidad de las personas individuales violadas por Estados Unidos están en el fondo de una auténtica guerra que lo enfrenta no solamente con sus ciudadanos, sino a China y Rusia, salpicada por algunas declaraciones de funcionarios europeos aliados que justifican algo tan bochornoso como eso de quien controle a más y mejor, se estará haciendo con el control del mundo.
Assange, Manning, Snowden y Vanunu, entre otros, no son “chivatos” que propician asesinatos, como en Cuba, durante la lucha contra la tiranía batistiana, sino hombres de buena voluntad, que deben mirarse con admiración, porque han enfrentado y enfrentan peligros de todo tipo, por atreverse a soplar el silbato.
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