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Somalia: ¿fallida o hambrienta?

26 de octubre de 2017

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Denominarlo “Estado fallido” podría resultar un calificativo simplista si no se ahonda en la génesis de los problemas que afectan a Somalia, similares a los de otras naciones pobres de la región africana.

Caracterizar a un país tiene que hacerse sumando elementos determinantes. En el caso de Somalia, la inestabilidad, el caos y la ingobernabilidad son hechos reales, están ahí, pero tienen raíces en problemas añejos como la división en facciones y clanes de sus habitantes, la crisis humanitaria y la hambruna y otros componentes del subdesarrollo más crónico.

Buscar solución a esos problemas implica ir al origen, al hambre que padece su pueblo, a la falta de salubridad y al abandono en que ha estado sumergido el país desde su mismo nacimiento como nación.

Hoy, cuando Somalia, ubicada en el llamado Cuerno Africano, vive la angustia adicional del terrorismo, se considera que son dos problemas fundamentales los que atizan la violencia y la inestabilidad: la grave situación económica y la lucha por el poder entre clanes.

Y si esos son los elementos principales que han provocado el caos, las posibles soluciones pasan, inexorablemente, por la reconstrucción económica y además un verdadero programa de reconciliación entre clanes.

Solo así podría combatirse a los grupos terroristas de Al Shabab, que se alimentan de las rivalidades internas y de la inconformidad de una población hambrienta, para arremeter la violencia como posible solución.

Recordemos que Al Shabab proviene de una rama de Al Qaeda y como tal forma parte de un entramado terrorista que no solo afecta a Somalia, sino que impacta letalmente en otras naciones africanas y del Oriente Medio.

Otro elemento que lejos de resolver el problema, lo agrava, es la participación foránea en el conflicto somalí. Del exterior, fundamentalmente de las grandes potencias interesadas en la desestabilización y el caos, debiera llegar a Somalia la suficiente ayuda económica, médica y de inversión para el desarrollo, que sería —estoy seguro— de gran acogida por grupos y clanes que hoy se enfrentan en una lucha sin porvenir.

Pertenezca al clan que sea, pienso que a todo somalí le resulta totalmente rechazable un atentado terrorista como el producido recientemente y donde más de 300 personas fueron muertas de manera atroz.

Sobre esta acción terrorista, un funcionario del Departamento de Estado norteamericano informó al diario The Washington Post, que el llamado “peor ataque de la historia” de Mogadiscio, la capital somalí, demuestra que Al Shabab es capaz de organizar atentados en todo el país, no solo en las áreas que controla.

Aunque por mandato de la ONU y la Unidad Africana, una fuerza de 22 000 efectivos militares está desplegada en Somalia desde hace diez años, los grupos terroristas de Al Shabab han llegado a controlar la mayoría de las áreas rurales en el sur del país.

Somalia tiene una longitud de 637 657 kilómetros cuadrados y sus fronteras son de 2 385 kilómetros, mientras su población, según el censo del 2016, es de 14 millones 317 996 personas

Tiene fronteras terrestres con Etiopía, Yibuti y Kenia, además de marítimas con el Golfo de Adén y el Océano Índico.

A lo largo de los siglos XIX y XX, británicos, franceses e italianos establecieron sedes en esta región. La Somalia actual surgió el 1 de julio de 1960 con la unión de los territorios del Protectorado de la Somalilandia Británica y la Somalia Italiana. La entonces denominada Somalilandia Francesa conseguiría la independencia por separado, convirtiéndose en el actual Yibutí.

Desde los años anteriores a 1960 vienen los problemas que aún hoy afectan a esta y otras naciones africanas víctimas de siglos de coloniaje y saqueo de sus riquezas.

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