Si de cohetes se trata…
27 de mayo de 2013
|Si de cohetes se trata, obviamente todos piensan en Estados Unidos de América; ellos fueron los padrinos de tal desarrollo tecnológico con fines militares, -gracias a la ayuda de asesores alemanes ex nazis,- y convirtieron a tal tipo de armamento en símbolo de su poderío entonces indiscutido, pues fueron la única potencia que logró salir materialmente ilesa de la destructiva conflagración originada por la Segunda Guerra Mundial.
Con el monopolio coheteril, el atómico y el de la bomba de hidrógeno chantajearon al mundo durante un tiempo, hasta que la Unión Soviética y posteriormente otros llegaron también a la era nuclear y al soporte coheteril, con lo cual los humos imperiales se vieron obligados a disminuír aunque siempre permanecieron las amenazas y una frenética carrera por mantener la supremacía por parte de Estados Unidos.
Los febriles estrategas del Pentágono desarrollaron así doctrinas como la del “primer golpe”, la “destrucción mutua asegurada” y otras no menos terribles, que iban evolucionando en medio de continuas pruebas contaminadoras de diferente carácter tanto terrestres como en el espacio.
En pocas palabras, que después de haber aterrorizado al mundo con su tecnología de guerra, -bombas y cohetes incluidos,- Estados Unidos pretendió asumir el inocente papel de Caperucita, refugiándose en tratados y pactos que, aparentemente, favorecen una imagen pacifista que en realidad busca limitar unilateralmente el desarrollo de otros y confirmar sus pretensiones hegemónicas, hoy declinantes, a cualquier precio.
La Fuerza Aérea estadounidense acaba de anunciar el lanzamiento de un cohete balístico intercontinental como parte de una prueba realizada desde la base de Vanderberg, al sur de California, hasta el atolón de Kwajalein, islas Marshall en el Pacífico, recorriendo una distancia de 6 500 kilómetros.
El lanzamiento de este cohete Minuteman III, sin carga explosiva, fue calificado como exitoso por parte de las autoridades militares yanquis, que de este modo prosiguen sin cesar las diferentes pruebas que requieren el mantenimiento en alta de los numerosos ingenios coheteriles y nucleares disponibles por parte del país imperial.
Lo curioso, -e indignante,- de la recién confirmada prueba es que ella tiene lugar en medio del mayor barraje mediático y cúmulo de acusaciones de todo tipo contra la República Popular Democrática de Corea (RPDC) por haber lanzado recientemente dos cohetes de corto alcance, como parte de un ejercicio militar que realiza dentro de los límites de su propio territorio y en uso de los derechos de cualquier país soberano de defender su soberanía y seguridad ante las abiertas amenazas en su contra, reiteradas y evidentes, por parte de Estados Unidos y Corea del Sur.
El lanzamiento coheteril de Vanderberg es un ejemplo más, -no es el primero ni será el último,- del doble rasero y la hipocresía del Imperio, presente en todos los terrenos pero particularmente evidente en la carrera armamentista que no cesa.
Sin embargo, si de cohetes se trata también encontrará resistencia.
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