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Sánchez Cerén: de guerrillero a presidente

17 de marzo de 2014

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“Con sueños se escribe la vida”, así se titula el libro autobiográfico de Salvador Sánchez Cerén, el presidente electo de El Salvador, quien hace más de veinte años era uno de los guerrilleros más buscados en su país y líder de las Fuerzas Populares de Liberación, integrantes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).

A sus 69 años, este hijo de un carpintero y de una vendedora de mercado, natural de Quezaltepeque, el noveno de 12 hermanos, asumirá la presidencia del más pequeño de los países de América Latina, pero con una historia de luchas escrita con la sangre de su pueblo.

Cerén se alzó con la mayoría de los votos en segunda vuelta de una elección bien cerrada frente a Norman Quijano, el candidato de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), tras el último recuento oficial del Tribunal Supremo Electoral.

ARENA se niega a reconocer el triunfo del FMLN bajo el alegato del fraude, en un escenario que recuerda la táctica de la derecha venezolana contra el presidente Nicolás Maduro, lo cual amenaza con llevar al llamado Pulgarcito de América a una espiral de violencia que parecía atrás en la historia.

No hay que olvidar que esa nación centroamericana vivió largos años de guerra civil, aupada por la intervención de Estados Unidos que en los años 80 del pasado siglo aplicó la guerra sucia en el istmo centroamericano.

Sánchez Cerén, conocido como Leonel González durante la guerra, fue uno de los cinco comandantes de la Comandancia General del FMLN y jefe de las FPL, que agrupaba a la mayoría de los insurgentes. Cuando asuma la presidencia se convertirá en el comandante general de las fuerzas armadas salvadoreñas.

Fue ese ejército armado y financiado por Washington durante la administración de Ronald Reagan, responsable de numerosos crímenes y matanzas, mediante el uso de batallones elites de contrainsurgencia y los escuadrones de la muerte, que segaron la vida de monseñor Oscar Arnulfo Romero.

El próximo jefe de Estado salvadoreño se graduó de maestro a los 19 años y como tal se desempeñó en escuelas del departamento de La Libertad, en comunidades pobres donde inició su militancia sindical y social.

A fines de la década del 60 del siglo anterior formó parte del directorio de la Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños (ANDES), trampolín desde  el cual se sumergió en la lucha clandestina guerrillera hasta asumir la jefatura de las FPL.

Fue uno de los comandantes guerrilleros que negoció y firmó los acuerdos de paz firmados en México en enero de 1992, y que pusieron fin a una guerra que en 12 años dejó más de 75 mil muertos. Su rol resultó además determinante en la reestructuración del FMLN en las nuevas condiciones de batalla política.

En los comicios del año 2000 fue elegido diputado y reelegido por dos períodos hasta 2009, cuando asumió la vicepresidencia en los comicios en los que el FMLN accedió a su primer período de gobierno bajo la presidencia del periodista Mauricio Funes.

Como vicepresidente protagonizó el Paquete Escolar, un programa de apoyo a los sectores más necesitados para su acceso a la educación, por el cual se distribuyen uniformes, zapatos y útiles escolares en escuelas públicas.

Ahora le toca gobernar a su país por cinco años más, en los que ha prometido encabezar un gran diálogo nacional y seguir rebajando los índices de pobreza que alcanza el 40,7 por ciento de los 6,2 millones de salvadoreños.

La victoria del FMLN en las urnas trasciende las fronteras de El Salvador y subraya el cambio de época que vive Latinoamérica en medio de la arremetida de la derecha transnacional y local.

No por gusto ARENA, durante la campaña electoral, trató de insuflar el miedo a partir de los acontecimientos en Venezuela, cuyo gobierno ha enfrentado los intentos de golpe de Estado “suave”, con saldo de casi una treintena de víctimas fatales.

Tanto el Tribunal Supremo Electoral como los observadores internacionales han confirmado la transparencia de los comicios en El Salvador, donde resulta en extremo peligroso atizar la mecha de la violencia, en una nación polarizada donde las heridas de la guerra no terminan de cicatrizar.

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