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Repetición de la historia

20 de septiembre de 2024

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Por tercera vez consecutiva, el republicano Donald Trump compite por la presidencia de Estados Unidos, con una inicial y sorprendente victoria sobre  la demócrata Hillary Clinton, quien logró una ventaja de casi tres millones de sufragios, pero quedó atrás en los decisivos votos electorales, toda una incongruencia, o diría lógica, en esa farsa que es la falsa democracia norteamericana.

Luego, tras un mandato en el que no pudo hacer casi nada de lo que tenía programado, porque no convenía al establishment que realmente dirige las riendas de la nación, volvió a presentarse para la reelección ante el demócrata Joe Biden, quien logró una muy debatida victoria, nunca aceptada por su colorado contrincante, quien ahora se presenta ante la sustituta del mandatario, la vicepresidenta Kamala Harris.

Según una nueva serie de encuestas del New York Times, The Philadelphia Inquirer y Siena College, Trump y Harris empatan.

El desempeño de Harris en el primer debate presidencial contra Trump fue benéfico para su candidatura, ya que le dio una ligera ventaja sobre el republicano en las encuestas de intención de voto.

Un ofuscado Trump y trampas verbales expuestos por la sonriente Harris matizaron el acalorado debate, que no aportó nada ante temas tan importantes como la economía e inflación, los derechos reproductivos, las crisis migratoria, el ataque al Capitolio del 2021, las elecciones presidenciales del 2020, la guerra entre Israel y Hamás, así como la de Rusia y Ucrania y los planes de salud que tienen ambos para el país.

No obstante, la vicepresidenta no ha obtenido una ventaja decisiva en esta contienda electoral, ya que a nivel nacional la carrera está empatada con el 47%. Es importante mencionar que las encuestas se realizaron casi en su totalidad antes del segundo intento de asesinato contra Trump, según lo investigado por el FBI.

 

PIZARRA EN BLANCO

Hace ocho años, Trump no tenía antecedentes como titular de un cargo, los votantes podían proyectar sus esperanzas y deseos sobre él. Podía hacer promesas expansivas, sin críticas que lo señalaran por deficiencias o fracasos del pasado.

Ese ya no es el caso. Si bien Trump tuvo algunos logros políticos notables durante sus cuatro años en la presidencia, incluidos los recortes de impuestos y la reforma de la justicia penal, también tuvo algunos fracasos destacados.

Los republicanos recordarán su incapacidad para derogar las reformas sanitarias demócratas y sus reiteradas promesas de inversión en infraestructura que nunca se concretaron. Y luego está el manejo de Trump de la pandemia de coronavirus, que podría exponerlo a ataques en múltiples frentes.

Tampoco podrá aferrarse únicamente a su historial político como presidente. Tendrá que defender la forma en que manejó el final de su presidencia y su papel en el ataque del 6 de enero del 2021 al Capitolio.

Las imágenes de ese día, con simpatizantes ondeando pancartas de Trump en medio de los gases lacrimógenos mientras saqueaban el Capitolio y detenían temporalmente la transición pacífica del poder, no se olvidarán fácilmente.

Casi todos los candidatos republicanos que ofrecieron un apoyo total a la negativa de Trump a aceptar los resultados de las elecciones del 2020 perdieron en las elecciones estaduales. Muchos de ellos tuvieron un desempeño inferior al de otros candidatos republicanos en sus estados que no fueron francos en su negación de las elecciones.

Además, Trump ha sido declarado culpable de 34 cargos que, sin embargo no lo inhabilitan para ser Presidente, en medio de una vendetta de sus oponentes contra él.

 

SIN EMBARGO

Logró nueva y ampliamente la candidatura presidencial republicana, porque todavía mantiene carisma y no es tan repelente como el gobernador Ron DeSantis y el senador Marco Rubio, de lamentable origen cubano.

Ahora, si gana la Presidencia tendría 78 años cuando preste juramento. Y si bien esa es la misma edad que Joe Biden tenía cuando se mudó a la Casa Blanca, lo convertiría en el segundo presidente de mayor edad en la historia de Estados Unidos.

Independientemente de sus errores personales, chocó repetidamente contra el poder oculto detrás de la presidencia, la que maneja los hilos y mantiene ahora una política guerrerista en aras de obtener más ganancias por la venta de armamentos a costa de las miles de vidas que se pierden por ello.

Trump ha sido defensor a ultranza de evitar conflagraciones bélicas, y ha dicho claramente que no debe tener graves problemas con los países que tienen el poder nuclear,

Incluso, fue el único presidente que inició conversaciones con la República Popular Democrática de Corea, y ello le agravó sus problemas con un establishment que hizo renunciar a sus mejores asesores en la economía y le obligó a seguir confrontaciones bélicas con países más pequeños, herencia del Premio Nobel de la Paz Barack Obama, Bush hijo y Bill Clinton.

Pero con los países pequeños, sin el arma nuclear, no había nada que tratar, y así, por ejemplo, para complacer a la gusanera con que convive en Miami dictó centenares de medidas para fortalecer el criminal bloqueo que Estados Unidos mantiene contra Cuba desde hace más de sesenta años.

En ese aspecto, Harris sigue igual camino, al afirmar que solo el bloqueo se eliminaría si la gusanera de Florida está conforme y Cuba deje de ser un peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos.

 

PODEROSOS PREOCUPADOS

Existe preocupación por lo que podría implicar otra presidencia de Trump. En los pasillos de Wall Street, desde Goldman Sachs hasta Morgan Stanley y Barclays, anticipan una inflación más alta a medida que aumenten las probabilidades de que Trump recupere la Casa Blanca e imponga políticas comerciales proteccionistas. Gigantes de la economía estadounidense como Apple, Nvidia y Qualcomm tratan de definir cómo una mayor confrontación con China podría afectarlos a ellos y a los chips de los que todos dependen.

Las “democracias” de Europa y Asia se inquietan por los impulsos aislacionistas de Trump, su volátil compromiso con las alianzas occidentales y sus relaciones con el presidente chino, Xi Jinping, y el presidente ruso, Vladimir Putin.

Y aunque las encuestas muestran que el electorado estadounidense prefiere la gestión de la economía de Trump sobre la de Biden, que seguiría aparentemente Kamala, para muchos no está claro exactamente qué pasará si Trump repite mandato.

Él rechaza tales preocupaciones. “La Trump-economía”, dice, equivale a “tasas de interés e impuestos bajos”. Es “un tremendo incentivo para hacer las cosas y traer negocios de regreso a nuestro país”. Trump disminuiría las regulaciones, aumentaría la perforación petrolera, cerraría la frontera sur, presionaría por igual a enemigos y aliados para obtener mejores acuerdos comerciales, impulsaría la industria cripto y frenaría a los imprudentes gigantes tecnológicos. En resumen, haría que la economía volviera a ser grandiosa.

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