Rara diplomacia…
11 de mayo de 2022
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Una combinación de «diplomacia» con noticias falsas, ha crecido como hierba mala en el panorama internacional y, lamentablemente, sus protagonistas principales son personeros que cobran altos salarios en cargos designados.
Oírlos hablar en foros internacionales o en reuniones donde aparecen como consejeros del bien o más que todo como colonizadores de siglos pasados, puede resultar, desde contradictorio hasta abominable, más cuando esa supuesta diplomacia se lleva adelante en tiempos actuales, cargados de incertidumbres y promesas incumplidas.
Puede resultar una búsqueda imposible, encontrar alguna declaración o análisis donde, lo mismo el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, que el representante para la Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, muestre la más mínima preocupación y ocupación sobre los infestados y fallecidos por la pandemia de la Covid, lo mismo en el Viejo Continente que en territorio estadounidense.
Y es que en ambos casos la única función —nada diplomática por cierto— es la de incentivar la guerra en Ucrania, pedir y exigir cifras millonarias, de dólares o de euros, para comprar armas del Complejo Militar Industrial y enviarlas como supuesto «obsequio» a Ucrania, de manera que aquel conflicto no termine nunca y ese dinero y esas armas, se reciclen sistemáticamente, para de esa forma «levantar» la economía del imperio del norte, bien marchita por los pésimos manejos de quienes no parecen tener tiempo para ocuparse de otra cosa que la de aplicar sanciones y hacer guerras.
Si queremos constatar cuán cierta es la situación que describo, invito a que se busque en los grandes medios occidentales, ya sea en la última semana o en el último mes, y hasta en el último año, cuándo han aparecido estos personajes de la «rara diplomacia», abordando la situación de la Covid-19 de su país o su continente, o simplemente cuándo se les ha visto inmersos en algún debate internacional relacionado con la situación mundial y la forma de colaboración conjunta para ayudar a salvar vidas o al menos controlar los picos de la enfermedad causante de la muerte de cientos de miles de seres humanos.
Este 11 de mayo, cuando la Organización Mundial de la Salud informaba que las naciones europeas superan los 2 millones de muertos por la Covid-19, la comunidad internacional y Europa en particular, conocían las últimas declaraciones del representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, cuando exigía a Ucrania que «de llegar a la mesa de negociaciones con Rusia debe hacerlo desde una posición de fuerza».
«Y la tarea ahora es poner a los ucranianos en esa posición», expresó el jefe de la «diplomacia» europea, y agregó que esta cuestión se debatirá en la reunión de los ministros de Exteriores del G7, que se celebrará del 12 al 14 de mayo, en Alemania.
Y como para que no se olvide cual es su «diplomacia», Borrell también aseguró que «la UE seguirá suministrando armas a Ucrania y trabajará para debilitar la economía rusa y aislar el país euroasiático internacionalmente».
Por último, aseguró que «la Unión Europea será capaz de liberarse del suministro de gas ruso», sin explicar —por supuesto— cuál será el costo humano de tal decisión.
La víspera, el canciller de Rusia, Serguéi Lavrov, calificó como «un robo» la propuesta de Josep Borrell de confiscar los fondos de de Moscú congelados para destinarlos a la restauración de Ucrania.
Lavrov también aseveró que «la UE prácticamente no tiene una política exterior propia, se solidariza plenamente con los enfoques impuestos por EE.UU.», por lo que sugirió que el cargo que hoy ocupa Borrel, pueda desaparecer en el futuro.
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