Pulso político
23 de septiembre de 2016
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Los tiempos obligan a mirar al sur del sub-continente, porque lo que allí ocurre puede tener consecuencias para toda la región. Son situaciones diferentes en cada país, pero existen coincidencias, tanto en la forma de implementarse la contraofensiva neoliberal, como en la respuesta que dan los pueblos. Todo está en pleno desarrollo. Es como seguir un juego de ajedrez, político en este caso, y no solo valorar el movimiento que pueda hacer una de las partes, sino y sobre todo, cómo responderá el contrario. Lucha de clases que podrá ser llamada como quiera que lo desee el que analice estas situaciones, pero en esencia es el enfrentamiento de las grandes mayorías contra los poderosos que los explotan.
Supuestamente en Brasil se calmarían las cosas, después que la derecha lograra llegar a término el guión iniciado a principios de año y que concluyó, como se esperaba, con la destitución “democrática” de la ahora ex presidenta Dilma Roussef. Pues no, a la reacción le preocupa, y mucho, la existencia de un político que aunque satanizado por la gran prensa, sigue como posible candidato con todas las condiciones presidencialistas para las elecciones del 2018. Y contra Lula se lanzaron con toda la fuerza que poseen, en especial la mediática. Aconteció a mediados de septiembre, cuando el fiscal y predicador evangélico, Deltan Dallagnol, lo denunció a él, su esposa y a un amigo. Sin una sola prueba, pero para que hará falta, pensaría, si esto “esta escrito en los salmos”, frase que utilizó en el juicio contra Dilma para destituirla. Según la acusación, Lula era el “comandante máximo” de la corrupción en Brasil. Lo absurdo ya no tiene límites en el gigante sudamericano.
En la vecina Argentina las calles de ciudades y pueblos se estremecen, casi a diario, con las protestas obreras y todo parece indicar que el país se encamina hacia una huelga general. Eso, por lo menos, es lo que piden las masas y están valorando las principales agrupaciones gremiales. Mientras tanto, Mauricio Macri sigue ignorando la realidad cotidiana y mantiene sus ofertas de venta de los principales recursos del país a transnacionales foráneas, que no han acudido al convite en la medida que el Ejecutivo aspiraba. Pero no importa, hasta con Gran Bretaña se conversa sobre posible explotación del oro negro en Las Malvinas, olvidándose de las luchas y los muertos argentinos por la soberanía de ese territorio.
Más cerca del mar, en Chile, no hay temor con la política neoliberal que se pretende generalizar, porque ya ellos la viven, impuesta durante la dictadura de Pinochet y ahora solo queda para cualquiera de los candidatos neoliberales, en profundizar las medidas económicas existentes. En las próximas elecciones no hay riesgo de candidatos que pongan en peligro la realidad actual, caracterizada por casi igualdad en por ciento de la población que rechaza la época de la dictadura por un lado y quienes viven añorando volver a esa ella que, según ellos, permitió al país alcanzar los resultados económicos de los últimos años.
Si en Brasil, como predijera la ahora destituida Dilma el voto de 60 senadores pudo más que el de 54 millones de electores, entonces la democracia en que ella creyó todo el tiempo solo funciona para las clases más ricas y poderosas, como siempre, preocupadas por evitar los cambios sociales que pongan en peligro sus intereses. Si los partidos de izquierda mantienen su fe en la democracia representativa, corren el riesgo de ser juzgados y condenados “democráticamente”. Como nunca antes se impone la unidad nacional y continental.
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