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Programa de capacitación

19 de octubre de 2016

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Hace pocos días comenté en este portal como los bombardeos de la coalición del Golfo auspiciada por Estados Unidos y aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, iniciados en abril del 2015, hacían elevar la cifra de muertes a casi 12 000 en Yemen, donde por primera vez los agresores aceptaron una tregua de unos pocos días para que llegara por primera vez la ayuda humanitaria al sufrido pueblo.
Lo cierto es que Yemen ha sido utilizado como un laboratorio de futuras guerras, algo que no es nada exagerado si recordamos que ya lo había sido de drones estadounidenses, que incluyó el asesinato selectivo de un ciudadano norteamericano.
Todo en medio de un silencio rotundo, que no se produjo durante las recientes agresiones a Iraq, Siria, Libia y Gaza, con acompañamiento del bloqueo de alimentos y combustible, de la gestión de la ayuda, incluso mediante la ONU, como parte de la estrategia de guerra.
Se ha violado, una vez más, los convenios de Ginebra, al ser bombardeados objetivos civiles, históricos, educativos, religiosos y médicos; destruidos la infraestructura de las carreteras, la electricidad y el agua, y utilizado armas prohibidas.
Ello ocurre en una país de más de 20 millones de personas, que no tiene un sistema de defensa aérea eficaz, tan abierto a los bombardeos aéreos como Gaza. Incluso, un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel señaló que se han violado sistemáticamente los mismos principios del Derecho Internacional humanitario en Yemen que los organismos de Naciones Unidas, los gobiernos, los medios de comunicación occidentales y las organizaciones civiles cargan contra Israel como crímenes de guerra en Gaza.
Por supuesto que nada exime a Israel de sus crímenes, pero en el caso de Yemen la comunidad internacional completa la eliminación de las normas de referencia legales para la guerra, precio muy alto a pagar en un conflicto aparentemente insignificantes y que no recibe cobertura de prensa.
Los portavoces occidentales solo relatan que el movimiento miliciano Ansarallah se hizo cargo de la capital Sana’a y expulsó al gobierno legítimo. A raíz de esto y como defensor de la legalidad, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (menos Rusia) juzgó vital restablecer el régimen anterior, un cuando el grueso del ejército nacional yemenita se acercó a Ansarallah, que tiene una base popular sustancial en esa ciudad y el norte.
Esto es evidente, pero no se recuerda que hace dos años, auspiciado por la ONU, se firmó un acuerdo político con Ansarallah y otros partidos yemenitas, y el representante de Naciones Unidas para devolver la legitimidad en Yemen.
Pero EE.UU. dio luz verde a Arabia Saudita para encabezar la coalición que ha destruido a Yemen y la ley en sí misma, mientras siguen negociaciones que huelen a farsa, par tapar todo tipo de crímenes en lo que se considera un ensayo del programa de capacitación imperialista para liquidar no solo a gobiernos, sino a pueblos que les resulte antipáticos.
Para las potencias interesadas en destruir a Yemen resultan inaceptables los lemas en que Ansarallah pide la muerte de Estados Unidos e Israel extienda y lo extienda al monarca saudita desde que comenzó el bombardeo de un país periférico árabe, pequeño y pobre
Además, no se puede acusar de terrorista a un movimiento que tiene base popular y, a diferencia de Al Qaeda y el Estado Islámico, trabaja con partidos políticos, incluido el Partido Socialista de Yemen, además de aceptar las cláusulas básicas de la Resolución 2 216 del Consejo de Seguridad de la ONU parar restaurar la “legitimidad”.
Entonces, ¿por qué se sigue el bombardeo y la destrucción de Yemen? Además de que, como subrayamos, es todo un laboratorio para un programa de agresión imperialista que goce de impunidad y el silencio mediático, hay otros intereses para apuntalar al Imperio y sus aliados en toda la región, y de ello volveremos a tratar más exactamente, porque el conflicto está aún muy lejos de terminar. ¿O finalizará con la muerte del último yemenita?

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