Pretexto del genocida
10 de abril de 2018
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Ahora Donald Trump, como en muchos otros momentos, da marcha atrás de su declaración de una rápida retirada de Siria, y utiliza el pretexto gestionado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de un ataque químico, para achacárselo a Siria, responsabilizar a Rusia y anunciar el aumento de su injerencia en la guerra genocida contra el pueblo sirio.
No importa que EE.UU. ya considere que no puede ganar una guerra con las acciones de la CIA, sino que la propia formación de su reaccionaria gobernanza no lo hace vacilar en la responsabilidad que tiene por la carnicería y el sufrimiento en Siria, al igual que sucede en Iraq, Yemen y el resto del Medio Oriente.
Es una guerra tras otra a base de mentiras como intento para establecer su control sobre la región y sus recursos energéticos vitales, de ahí la posibilidad de una ofensiva estadounidense en respuesta a las acusaciones de un ataque químico presenta urgentemente el peligro de una amplia conflagración.
Las mentiras de la prensa han sido acompañadas por un revuelo con una hipocresía impactante. El Times, el Washington Post, NBC, ABC, CBS, CNN, y compañía, restan importancia y encubren las atrocidades perpetradas por las fuerzas estadounidenses y sus aliados, como la incineración de Mosul y Al Raqa, los asesinatos de manifestantes en Gaza por el ejército israelí, las matanzas masivas en Yemen por Arabia Saudita con el respaldo estadounidense —incluso con el príncipe heredero siendo celebrado por la burguesía estadounidense— y la masacre continua en Afganistán.
Los incidentes previos fueron montados por la CIA y sus fuerzas indirectas en Siria como pretextos para una escalada militar. La provocación más reciente no es nada diferente. No hay evidencia creíble del ataque en la ciudad de Duma, situada al este de Guta y a pocos kilómetros de la capital siria. Hay vídeos que no prueban nada, ya que pudieron haber sido creados en cualquier otro momento y editados para servir el propósito.
Las únicas fuentes desde el lugar de los hechos fueron los Cascos Blancos, una organización de rescate ampliamente celebrada por la prensa, pero afiliada a los “rebeldes” anti-Asad y financiada en gran medida por Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y otras potencias imperialistas. Esto incluye 23 millones de dólares de la Agencia de Desarrollo Internacional (USAID), un frente desde antaño de la CIA.
Los voceros de la Casa Blanca han denunciado la presunta atrocidad, haciendo la usual advertencia antes de un acto militar de que “todo está en la mesa”. El Consejo Nacional de Seguridad (NSC, por sus siglas en inglés) se reunió este lunes 10 por primera vez bajo su nuevo titular, John Bolton, quien fue protagonista de la guerra en Iraq y ha llamado públicamente a bombardear tanto a Irán como a la República Popular Democrática de Corea. El NSC recomendará opciones militares para el mandatario.
El objetivo consciente del aparato militar y de inteligencia es precisamente desencadenar un conflicto mayor. Durante el último mes, el escenario internacional se ha visto dominado por la campaña británica y estadounidense contra Rusia en torno al presunto envenenamiento de Sergei Skripal, un espía ruso, y su hija Yulia, en Salisbury, Inglaterra. Esto ha desatado un espiral ascendente de acusaciones, expulsiones de funcionarios rusos y sugerencias de que el incidente consistió en un ataque con un gas nervioso perpetrado por Moscú en suelo británico, es decir, un acto de guerra.
Sin embargo, la semana pasada, la versión oficial que apuntaba al Gobierno ruso por el incidente colapsó. La autoridad británica de armas químicas anunció que no era capaz de determinar la fuente del presunto veneno, y además se reportó que los Skripal están recuperándose —dos factores que tornan ridícula la acusación de que fueron envenenados con un gas nervioso letal producido en Rusia.
Es decir, la renovada histeria mediática por un presunto ataque con gas venenoso en Siria sirve para desviar la atención del colapso de la provocación del caso Skripal, mientras que provee un pretexto fresco para escalar la ofensiva contra Rusia.
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