Presencia letal
3 de agosto de 2019
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A pesar de que Donald Trump asegura que la presencia militar norteamericana es casi nula en Afganistán y que el combate al Talibán y otros grupos afines recae en las tropas locales organizadas y armadas por EE.UU., y fuerzas de sus aliados europeos que lo acompañan desde el inicio de la agresión en el 2001, el número de civiles muertos e infraestructuras destruidas por los bombardeos aéreos estadounidenses ha ido en aumento, como atestigua un reciente informe de Naciones Unidas y un estudio al margen en el que se señala que el Talibán controla ya el 70% del territorio.
Recientemente, el Talibán denunció que el Pentágono trasladó desde Siria a unos 3 000 miembros del Estado Islámico –su acérrimo enemigo– algunos de los cuales son responsables de los más recientes y sangrientos atentados para crear el caos entre la población y culpar a los guerrilleros que sí combate, a las tropas de ocupación.
Los insurgentes han podido derribar este año a tres aviones estadounidenses, entre ellos un B-52 en abril último y dos F-16, aunque Washington solo ha reconocido el abatimiento de uno de estos, alegando que estaba al servicio de Paquistán, cuestión que Islamabad desmintió.
Lo cierto es que, a pesar de 18 años de iniciada la agresión, invasión y ocupación, bajo el falso pretexto de castigar a los terroristas que, según Washington, fueron los ejecutores de los atentados a las Torres Gemelas neoyorquinas y el Pentágono, es evidente que el fin de la implicación de Estados Unidos no está más cerca.
Como indiqué, el gobierno admitido por EE.UU., apenas controla la tercera parte del territorio, quizás menos, cientos de miles de personas han huido de sus hogares, debido a al recrudecimiento de los bombardeos norteamericanos y lo único que progresa es la producción de opio –bien resguardada por los ocupantes–, la cual ya está en un máximo histórico.
De nada de esto comenta Trump, quien ya había criticado que Estados Unidos estuviera empantanado en Afganistán y aseguró que las tropas norteamericanas abandonarían el país, pero ha sido todo lo contrario porque, como dijo a sus asesores, “me fastidia perder”.
Asli a un ataque insurgente que causó graves daños humanos y materiales a los, ocupantes en la importante base de Bagram, respondió con el lanzamiento de un número record de bombas teleguiadas por varios B-52 en el norte de Afganistán.
Todo un inútil intento de acallar a una insurgencia que, con virtudes y defectos, lucha en su territorio contra un enemigo poderoso, que se niega a aceptar un recomendable diálogo que conlleve a la retirada de los ocupantes.
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