Preocupante escalada
16 de marzo de 2018
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La rusofobia desatada por gobiernos y medios de comunicación, especialmente estadounidenses y de otras potencias occidentales, cobró nueva fuerza en marzo con los ataques realizados por el gobierno británico en contra de la Federación Rusa.
A inicios de ese mes se conoció el atentado al ex agente doble de inteligencia, Serguei Skripal y su hija Yulia, envenenados con una sustancia prohibida, en la ciudad británica de Salisbury.
De inmediato la noticia recorrió el mundo, aunque el tema comenzó a complicarse una semana después, cuando la premier británica Theresa May afirmara, sin presentar prueba alguna, que “era muy probable que Rusia fuera responsable” del envenenamiento y dio a Moscú un ultimátum de 36 horas exigiendo explicaciones.
Parecía como si el tiempo no hubiera pasado y el Reino Unido volviera a ser el imperio que fue, lo que explica el tono de la dirigente británica
al exigir explicaciones a una de sus tantas colonias, pero el mundo de hoy es diferente. Ni Gran Bretaña es imperio, aunque si potencia, y la Federación nunca ha sido colonia de nadie.
Fuentes rusas precisan que Moscú no proporcionó la información exigida por Londres por no haber recibido la solicitud que deberían haberle enviado de acuerdo con la Convención sobre Armas Químicas y por no tener acceso a una muestra de la sustancia química utilizada.
Ya para el 14 de marzo, May califica a Rusia como “culpable” del incidente y anuncia medidas en contra de esa nación, incluida la expulsión de 23 diplomáticos. La respuesta rusa está anunciada y será recíproca.
Días después la Premier asegura que el agente tóxico Novichok, supuestamente utilizado contra Skripal y su hija fue “producido en Rusia”, aunque no dijo que su país posee la fórmula química de esta sustancia, por lo cual, aseguran medios rusos, podrían haber sido producido en territorio británico.
Se inicia entonces un intercambio verbal en el que Rusia responde cada una de las declaraciones del gobierno británico. La portavoz de la Cancillería rusa, María Zajárova, fue categórica al afirmar; “es obvio que se está ocultando la verdad”.
El más reciente fue lo planteado por Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin, quien calificó de “escandalosos e imperdonables” los comentarios sobre el Presidente ruso realizados por el canciller británico, Boris Johnson, quien aseguró que era “muy probable” que detrás del ataque contra Skripal estuviera una decisión de Putin.
Llama la atención que no es la primera vez que esto sucede. A fines de 2017, Johnson acusó a Rusia por intentar interferir, supuestamente, en los asuntos de su país, concretamente, en las elecciones y el Brexit, aunque al igual que ahora no se presentó pruebas.
La crisis diplomática desencadenada por las declaraciones de los principales dirigentes del Reino Unido muestran una clara intención de no tratar de esclarecer lo acontecido y, como señalara el canciller Lavrov, Londres se negó a cooperar en tal sentido, ni directa ni a través de intermediario, lo viola la Convención sobre armas químicas.
Utilizando la terminología de la campaña, “probablemente” se incrementarán las sanciones a Rusia durante la próxima cumbre de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), por lo que la situación provocada por el Reino Unido es solo una señal para que comience una escalada.
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