Paz que nunca llega
28 de noviembre de 2018
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La nación más joven del mundo, Sudán del Sur, ya tiene siete años de independencia que nunca han conocido la paz, y se hace natural el cotidiano accionar de grupos enfrentados que dejan principalmente víctimas civiles y destrucción, principalmente en Juba, la capital, como en Wau y Bentiu.
Cuando parecía que iban a dar sus frutos diversos acuerdos de paz, la violencia ha vuelto a estallar para empeorar la situación humanitaria, y miles de personas que se habían atrevido a regresar al país, huyen nuevamente hacia Etiopía, Kenia, Sudán y Uganda.
Se habla, y las hay, de diferencias étnicas como las provocadoras de la guerra, pero hay que tener presente que Sudán del Sur aporta el 85% de todo el petróleo africano y en gran medida proviene de los estados fronterizos de Bentiu y Alto Nilo, así como de Jonglei. Ocupa el tercer lugar en África en términos de reservas de esta materia prima, algo que lo convierte en un punto de fricción de los intereses geopolíticos.
También es un país rico en yacimientos de hierro, cobre, cromo, zinc, volframio, mica, oro, plata y diamantes.
Las facciones que comandan el presidente sursudanés, Salva Kiir. Y el vicepresidente, Riek Machar, se pusieron de acuerdo para lograr un armisticio, que nunca fue respetado, cuya ruptura causó la muerte a por lo menos 300 civiles
La información al respecto no es muy difundida por las agencias occidentales de prensa, que callaron cuando las fuerzas del gobierno dispararon contra civiles desarmados y la UN House, el edificio de Naciones Unidas en el sur de la capital.
Subrayo: muchos justifican las raíces del conflicto en Sudán del Sur por razones étnicas, pero otros analistas sostienen que se debe a causas políticas y económicas enmarcadas en la rivalidad entre Salva Kiir y Riek Machar durante décadas.
Cuando el país logró su independencia en el 2011 (apoyada por Washington) las facciones rebeldes acordaron repartir el poder en esa nación. Así, nombraron como presidente a Kiir y Machar asumió el cargo de vicepresidente.
Sin embargo, el 15 de diciembre del 2013 ocurrieron violentos enfrentamientos en los tres estados petroleros de esa nación: Alto Nilo, Unidad y Jonglei. Kirr llamó a la rebelión armada porque supuestamente Machar planificaba un golpe de Estado.
“Detrás de la situación actual en Sudán del Sur pueden estar algunas fuerzas interesadas en reducir la influencia de China en África. Objetivamente, se puede afirmar que contra el reforzamiento de China en África se pronuncian EE.UU. y sus aliados. Por lo tanto, podemos suponer que las agencias de inteligencia estadounidenses podrían haber alentado o contribuido al deterioro de la situación. Este tipo de influencia puede tener consecuencias bastante graves”, explicó el analista político Vladímir Yevséev a Sputnik Nóvosti.
Lo cierto es que durante los combates la población no tiene agua ni alimentos, y es saqueada por los soldados. Medios de ese país aseguran que varias mujeres intentaron entrar a uno de los pocos hoteles que tiene piscina (en Juba) para llenar sus botellas de agua.
Datos de Oxfam destacan que un 87% de la población no tiene acceso a los sistemas de saneamiento y solo un 47% puede tener agua potable, decenas de miles de niños menores de cinco años padecen desnutrición y una de cada tres personas se encuentra en situación de inseguridad alimentaria.
Según el informe presentado por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la escala de la violencia sexual es aterradora en Sudán del Sur, algo “natural” cuando las partes en conflicto han llevado a cabo también detenciones arbitrarias, secuestros y privaciones de libertad, desapariciones forzadas y ataques contra el personal de Naciones Unidas.
La mayoría de las víctimas son civiles. Algunos de los abusos más graves ocurrieron en Bentiu y Rubkona, en el estado de Unity, cuando grupos armados aliados a las fuerzas de oposición entraron en las ciudades y mataron a cientos de civiles que intentaban protegerse de los combates. Las iglesias, mezquitas y hospitales no se libraron de los ataques.
Cifras de la Acnur señalan que hay 450 000 refugiados de Sudán del Sur en Etiopía, Uganda, Sudán y Kenia, y más de 1,2 millones de personas desplazadas internamente.
La nación africana tiene los más altos niveles de desplazamiento de población del mundo, es decir, 2,6 millones de personas desplazadas o refugiadas en un país vecino, y la mayoría de ellas son niños.
Todo esto se agrava al no encontrarse el fin de un conflicto en el que, de una manera u otra, influye el apoyo financiero, material, político y diplomático recibido de Occidente por el gobierno de Yuba, a cambio de un pacto con sus patrocinadores para abrir su economía al capital financiero internacional y a los intereses de las multinacionales.
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