Paisaje después de la batalla
14 de noviembre de 2016
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Nada más adecuado, a nuestro juicio, que este título de la popular película del recién fallecido director de cine polaco AndrejWajda, para calificar la actual situación de Estados Unidos tras la inesperada victoria electoral de Donald Trump como candidato presidencial aventajando en los llamados “votos electorales” a su rival Hilary Clinton, quien, a su vez, lo dejó atrás en cuanto a los votos populares o votos directos. Todo esto sin contar la elevada abstención que llegó prácticamente a la mitad de los posibles electores.
No es la primera vez que eso ocurre en el país imperial y es uno de los argumentos que sirven para derribar el tan pregonado mito de la “democracia” estadounidense, que tratan de imponer al resto del mundo por los más diversos métodos, desde la penetración económica y cultural hasta las más sangrientas guerras.
Tras el peculiar triunfo de Trump –que no llegó al 25% de la población con edad de votar– con las características muy particulares que lo han rodeado y los no menos sobresalientes extremos de su inédita campaña, se abre ante Estados Unidos un panorama pleno de interrogantes y posibilidades que –según el observador o analista de que se trate– van de un extremo a otro del paisaje imperial y podrán incidir no solo dentro de la poderosa nación sino también en el resto del mundo, donde juegan un papel de notable influencia en los más diversos terrenos.
Quedó claro, sin embargo, una cosa: el imperio vive un momento de profunda crisis múltiple y eso se evidenció no sólo durante la campaña electoral llena de situaciones sin precedentes sino también en los resultados electorales, la forma en que se obtuvieron y las cifras definitivas.
Detrás de las cifras del 8 de noviembre se advierte claramente un país dividido y en buena medida desorientado, donde amplios sectores ya no creen en la papilla que le hace digerir diariamente los grandes medios monopólicos de comunicación, que fueron los grandes derrotados en esta elección, aunque con elevadas ganancias económicas procedentes de la increíble millonaria campaña, la más costosa de la historia.
El bipartidismo tradicional –sostén del sistema– quedó duramente golpeado ante el fracaso demócrata por un lado y la división republicana por el otro. Ambos partidos quedan obligados a recomponerse y, en el caso de los republicanos, buscar un entendimiento con su propio candidato triunfador, al que sus élites repudiaron abiertamente.
En cuanto al Partido Demócrata, mucho dependerá del futuro político por el cual opten el actual presidente Barack Obama y su esposa Michele, quien ha tenido una destacada actuación como primera dama. Ambos son aun relativamente jóvenes y conservan un buen caudal de apoyo partidista y a nivel nacional, a pesar de las promesas incumplidas y las intromisiones guerreristas.
Por el momento se abre un paréntesis hasta la toma de posesión del 20 de Enero de 2007, en el que muchos esperan laaclaración de dudas e incertidumbres generadas por el ganador. No pocos creen que, en definitiva tendrá que buscar el consenso de las instituciones políticas y los grandes grupos económicos.
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