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Otros golpes, similares métodos

11 de septiembre de 2020

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La ecuación puede tener ingredientes matemáticos, pero su único fin es político.

El presidente de Ecuador se ha propuesto sacar de la vida política del país al ex mandatario Rafael Correa, en una misión que tiene, como es natural, el apoyo del gobierno de Estados Unidos, y puso a su servicio los mecanismos oligárquicos, mediáticos y judiciales, para que cumplieran dicha función. Y así se ha hecho.

Correa ha quedado inhabilitado de presentarse a las elecciones de 2021 y —por si fuera poco— también suspendido de ejercer funciones políticas, por muchos años, en la nación que esos mismos sectores de la derecha y el propio presidente Lenin Moreno, han regresado a las épocas de la privatización, la entrega de recursos naturales a monopolios extranjeros, al desempleo y el abandono de los programas sociales de salud y educación, entre otros.

Armar un supuesto hecho de corrupción, buscarse para ello a jueces comprometidos con la oligarquía y no con la justicia, complotarse con el gran poder mediático —monopólico además— para crear una «verdad» única, en medio de un mar de mentiras, ha condicionado el escenario que hoy vergonzosamente se presenta a los ecuatorianos.

Otra noticia, coincidente en el tiempo, es la suspensión por el Tribunal Constitucional del ex mandatario de Bolivia, Evo Morales, a presentarse como candidato a senador por la región de Cochabamba.

El propio Morales, en su cuenta de Twitter reflejó que «La historia demuestra que podrán inhabilitar a Evo pero no podrán proscribir al pueblo».

En un mensaje previo dijo que la decisión se adoptó «bajo amenazas y presiones de procesos» y considera que es «política e ilegal».

¿Quiénes armaron el complot para sacar del juego al ex mandatario indígena? nada menos que los mismos sectores de derecha que, con la confabulación de la OEA y bajo el amparo de Washington, calificaron de fraude su victoria en los comicios del pasado año y propiciaron un golpe militar que instauró un gobierno de facto.

Estas maniobras no son nuevas. Semejantes fabricaciones se evidenciaron para sacar a Luis Inacio Lula da Silva de la escena política brasileña y luego aplicar similar receta contra Dilma Rousseff. También aparecieron «denuncias» falsas contra Cristina Fernández, en Argentina, y anteriormente contra Fernando Lugo, en Paraguay.

Parece que la derecha local y regional, así como sus amos estadounidenses, insisten en despojar a los líderes populares que llegaron al poder con el mayoritario voto del pueblo y hoy cuentan con el reconocimiento a su  destacada obra al servicio de sus conciudadanos.

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