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Otra vez la democracia en peligro

18 de septiembre de 2024

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Uno de los más recientes golpes militares a la vieja usanza que tuvo lugar en América Latina fue el ocurrido en 2009 en Honduras contra el presidente constitucional José Manuel Zelaya, quién fue secuestrado en su propia residencia, montado por la fuerza en un avión y llevado de esa forma bandidesca y delincuencial hasta San José, Costa Rica, donde fue depositado por los golpistas como un fardo inservible que jamás regresaría a molestarles.

Recordemos que el avión que llevó al mandatario secuestrado hizo una sospechosa escala en la base aérea de Palmerola, donde hay presencia militar estadounidense con carácter permanente. Es una dependencia del Comando Sur.

Recordemos también que, en el momento del golpe traicionero, el gobierno hondureño jugaba ya un activo papel en la región, adoptaba medidas internas de progreso y beneficio popular, anunciaba otras y avanzaba claramente por un camio antioligárquico con independencia y soberanía.

Para colmo, Honduras había ingresado en la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA-TCP) y era el segundo país centroamericano que lo hacía, incorporándose a Nicaragua y enviando un mensaje que para el gobierno imperialista de Estados Unidos era considerado sumamente peligroso desde Centroamérica, una subregión americana que el Imperio yanqui acostumbró a manejar más que como “patio trasero”, como finca particular.

El imperio pudo tejer entonces una conjunción entre militares golpistas, jueces venales y politiqueros corruptos vinculados al narcotráfico internacional, como quedó demostrado posteriormente.

Así fue derrocado Zelaya pero así fue también como surgió un vasto, poderoso y heroico movimiento de resistencia popular incansable que luchó durante 12 años por el restablecimiento de la democracia, la honestidad y el decoro patrio de ese país pequeño pero digno, llevado por los golpistas y el Imperio a un callejón aparentemente sin salida.

Así surgió el partido Libertad y Refundación, que se convirtió en la principal fuerza política movilizadora del país bajo la conducción del propio Mel Zelaya y de Xiomara Castro, quién emergió como figura femenina de arraigo, valentía y magnitud regional e internacional, más allá de las fronteras hondureñas.

Por supuesto, que ni el Imperio yanqui, ni el Comando Sur ni la CIA van a perdonar al pueblo hondureño ni a Zelaya ni a Xiomara ni al partido Refundación por el retorno victorioso que le dieron el movimiento de masas y el voto popular.

Ellos amenazan nuevamente a la democracia en Honduras y conspiran hoy actualmente para lograr el derrocamiento de la presidenta Xiomara y todo lo que ella representa y construye.

El pueblo hondureño está otra vez en peligro, aunque esta vez mejor preparado, organizado y experimentado para enfrentar cualquier tipo de lucha que le impongan.

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