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¿Ocurrirá?

1 de mayo de 2018

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Tras dos elecciones presidenciales en las que salía como favorito y al final los resultados favorecían a los candidatos de la derecha, eufemísticamente llamados de centro y centroizquierda, el líder izquierdista Andrés Manuel López Obrador (AMLO, para sus adeptos) encabeza las encuestas de 25 entidades de diferentes tendencias para los comicios del primero de julio, en el cual se elegirán a más de 3 400 representantes políticos, incluido el puesto del presidente de la nación, que tiene una duración de seis años.

Este último cargo ya comienza a provocar muchas disputas, debido a que los principales aspirantes presidenciales tienen diferencias cuanto a la agenda pública que requiere México, sobre todo en los rubros de combate a la delincuencia organizada y procuración de la justicia.

Y es que de acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública de México, el 2017 fue considerado como el año más violento en las últimas dos décadas, debido a que se registraron más de 23.000 homicidios dolosos, tan solo de enero a noviembre de aquel año.

El aumento de las simpatías por AMLO ha comenzado a inquietar a grupos del establishment en Estados Unidos, en tanto la campaña local en su contra lo califica de agente ruso, de querer convertir a México en otra Venezuela, haciendo hincapié sobre el nuevo electorado de jóvenes, unos 12 millones, a quienes tratan de meter miedo con presuntas represalias parecidas a la que los estudiantes sufrieron en la época de Luis Echeverría.

Mientras las plataformas programáticas de sus dos principales rivales tienden a reforzar la acción policial contra la delincuencia organizada, tal como pasa ahora, AMLO tiene una amplia proposición al respecto, que la liga con el problema de la corrupción. “Se acabará con la corrupción y no hará falta ningún castigo severo que viole los derechos humanos”, acotó

Insistió en que se solucionará la corrupción, porque el próximo presidente de México no será corrupto y acabará con esta, porque se aplicarán las leyes; y anunció que ganará menos de la mitad de lo que actualmente devenga Enrique Peña Nieto y no vivirá en Los Pinos, porque, últimamente, tiene muy malas vibras y solo se van a quitar si se les abre ese espacio a los mexicanos, por lo cual actuará con humildad, sin prepotencia.

Ahora se habla de que Anaya ha propuesto a Peña Nieto una unión con el priista Meade, a lo que AMLO respondió que “aunque se unan los cuatro candidatos, les ganamos”.

El candidato de la izquierda aseguró que evitará cualquier confrontación con Estados Unidos y el trato será respetuoso, pero se opone a la excesiva compra de armas norteamericanas, como la  de ocho helicópteros artillados, que cuestan 25 000 millones de pesos mexicanos: “Nosotros no queremos armamentismo, queremos la paz, que ese dinero se invierta para el desarrollo, crear empleos, para la salud del pueblo”.

Manifestó que solo faltan dos meses para que terminen las campañas presidenciales y está muy bien, requetebién, más de 20 puntos arriba en las encuestas, pero pidió no confiarse; oyó la protesta de quienes van a cuidar las casillas el primero de julio, y expuso al respecto que hay una organización para evitar que se cometa un fraude electoral.

“Aunque saquen los de la mafia del poder sus spots asquerosos, se cancelará la reforma educativa”, aseguró el candidato presidencial a la comunidad estudiantil, que lo ha recibido con interés y han sido críticos, pero serios y respetuosos con él.

Hay mucho más que escribir sobre este proceso electoral mexicano en el que se abre la interrogante de si se respetarán sus resultados, cuestión que no ha pasado en las dos anteriores citas en las que AMLO tuvo grandes probabilidades y al final le fue abortado el triunfo.

Ahora hay una mayor posibilidad de victoria de la izquierda, porque existe una fuerte presión popular de mexicanos ansiosos de un verdadero cambio, una transformación, en la que Andrés Manuel López Obrador puede jugar un papel fundamental.

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