No solo el paramilitarismo mata en Colombia
18 de marzo de 2016
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Paisajes bellos, ciudades antiguas que se conservan como nuevas, fama de tener un alto nivel cultural, historia trascendente de lucha por la independencia, esa es Colombia, que tras más de medio siglo de guerra civil esta a las puertas de una paz que nunca llegará, si no se elimina el paramilitarismo.
Empero, el fenómeno paramilitar no es el único que impide la llegada de la paz, porque hay enormes tareas pendientes que conspiran contra los derechos humanos y hacen que regiones del país sean verdaderos infiernos humanos.
Una de esas zonas, amplia, es el departamento de la Guajira, donde casi el 30% de los niños tienen problemas de desnutrición y muchos mueren a causa de esto, como los once fallecidos este año.
Según Telesur, el representante legal de la Asociación de Autoridades Tradicionales indígenas Shipia Wayú, Javier Rojas, informó que una niña de 18 meses de nacida perteneciente a la etnia wayú falleció tras presentar fiebre y laceraciones en el cuerpo a causa de la desnutrición.
Detalló que otras tres víctimas eran un menor de 14 meses y un par de mellizas que vivían en la zona rural del municipio de Manaure. Las niñas murieron de hambre, porque los padres no tenían dinero para darles alimento y transportarlas hasta un centro asistencial.
Precisamente Manaure, junto con Riohacha, son los dos municipios más afectados por una sequía que dura ya tres años, aunque el resto del departamento es afectado también de una u otra manera.
El gobierno admite que el 64% de lo 900 000 habitantes de la Guajira vive en situación de pobreza, mientras 35% se ubica debajo de la línea de la indigencia.
Según un informe la Defensoría del Pueblo de Colombia, 40 000 personas están en situación de hambruna en la Alta Guajira, y de ellas el 70% son niños y mujeres.
Lo cierto es que el mal empeoró principalmente en la época del ex presidente Álvaro Uribe, pero el actual no ha tomado medidas para combatir la situación.
La Guajira es una de las zonas más desoladas de Colombia y hace más de tres años no ve llover. La comunidad wayú está compuesta por entre 300 000 y 400 000 personas, que viven en temperaturas desde 35° hasta 42° sin agua, y el resto de la región también tiene un deficiente suministro del líquido, pésimo alcantarillado y pocas garantías de salud y educación.
La desnutrición crónica conlleva pérdida de masa muscular, poco cabello y retardo global del desarrollo, para quienes subsisten ante una situación que es mucho más grave de lo que se ha divulgado, porque los medios ocultan que detrás de ello se encuentra la corrupción y el beneficio a terratenientes y políticos.
Lo anterior hace que se viva en una total desidia, que se atribuyó en un inicio a la negligencia de gobernantes como Álvaro Uribe, aunque el actual mandatario, subrayo, tiene alta responsabilidad al efecto.
La congresista por el partido Alianza Verde Claudia López atribuyó al gobierno la responsabilidad del problema del hambre y la sed que padecen los habitantes de la Guajira, puesto que han promovido la corrupción y el beneficio de “sus amigos terratenientes y socios políticos”.
“El señor Uribe va de visita a la Guajira, ¿por qué no fue cuando desvió el río Ranchería y los dejó sin agua para darle agua a terratenientes amigos suyos en el (departamento) Cesar? Ahí si no fue”, dijo, y subrayó que la corrupción apoyada por presidentes, aunada a la irresponsabilidad de amparar a políticos corruptos en la región, “es lo que está matando a los niños de hambre y sed”.
A pesar del hambre, los niños y niñas de la etnia wayú siguen resistiendo a la falta de agua y la sequía, producto de la privatización del río Ranchería, principal afluente de la región y de la ausencia de políticas de Estado.
Los pocos médicos colombianos allí presentes son los principales testigos ante la muerte de tantos infantes por hambre, por lo cual han pedido en más de una ocasión que se respeten los derechos de los niños en la Guajira y en todo el país. Sin esto, tampoco podrá haber paz, porque no solo el militarismo mata en Colombia.
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