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Nito a duras tareas

6 de mayo de 2019

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Se esperaba una victoria holgada del opositor Laurentino Cortizo, del Partido Revolucionario Democrático, en las elecciones presidenciales de este domingo en Panamá, pero, inexplicablemente, el también opositor Rómulo Roux apenas perdió por un 2% (33%%x 31%), que lo llevó a reclamar ante un Tribunal Supremo Electoral que oficializó la victoria de su rival y avaló la limpieza y transparencia de los comicios.

Y es bueno destacar esto, porque a la sede del Tribunal acudieron presurosos y esperaron hasta el final los representantes diplomáticos de los países del Grupo de Lima y Estados Unidos, país este que ha conseguido del mandatario saliente, Varela, su respaldo a la política imperialista contra Venezuela, incluso la participación de militares panameños en una posible agresión contra el hermano pueblo.

Laurentino Cortizo, un político y empresario ganadero de 66 años, atrajo a buena parte del electorado con un discurso nacionalista basado en el combate a la corrupción y una “guerra” contra la pobreza y la desigualdad, uno de los mayores dramas que arrastra el país, a pesar de su crecimiento económico. “Aquí, unos pocos tienen mucho, y muchos tienen poco”, afirmó en uno de sus últimos discursos proselitistas.

Asimismo, Nito ya ha atacado el acuerdo comercial con Estados Unidos, por considerarlo leonino; y rechazado los intentos de Washington para eliminar las relaciones comerciales con China.

Aunque las normas de la contienda prohibían comprar votos, denunciaron en medios de prensa regalías de bolsas de comida y electrodomésticos, que los aspirantes usan con las comunidades más necesitadas para conquistar el sufragio, algo que llaman clientelismo político.

Si antes del llamado período de campaña electoral centró el debate social el tema de cambios constitucionales y de una nueva carta magna, el tema se diluyó entre las múltiples prioridades de una nación donde la desigualdad la ubica en el sexto lugar del mundo en ese indicador negativo.

La izquierda apenas apareció en este entramado político, debido a lo que fue calificado de miedo ante las represalias de una derecha que aún controla Panamá, acentuada luego de la muerte de Omar Torrijos, hace varias décadas.

Apenas si un frente progresista se hizo escuchar, lo que le valió un porcentaje de votos exiguo. Sus candidatos propusieron transformaciones del sistema político-económico-social, y no se limitaron a hacer lo que esgrimieron el resto de los candidatos: utilizar las promesas puntuales como argumentos de campaña, atacar a gobiernos anteriores y asegurar una administración eficiente.

La izquierda reiteró su posición de convocar a una Asamblea Constituyente Originaria, con plenos poderes para superar la crisis, barrer la podredumbre moral de las instituciones y fundar una nueva república de bienestar y progreso para todos; pero sus detractores advirtieron sobre que podría desconocer al presidente electo, a los magistrados o llamar a nuevas elecciones.

La bandera progresista es secundada por movimientos populares y grupos de intelectuales que consideran la refundación del país como única solución viable a la crisis institucional, social y política de la nación.

El nuevo mandatario tendrá seguramente que enfrentar dilemas de este tipo, así como el reto que le impuso el régimen saliente de desconocer al gobierno de Nicolás Maduro, apoyar en su lugar a un presidente manejado por Trump y colaborar con una agresión a Venezuela

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