Necesidad del diálogo
7 de noviembre de 2016
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La tensión en la península coreana sigue subiendo cada vez más, pese a que los medios de información occidentales mantienen la desinformación al efecto, y solo se refieren a ello para denostar a las autoridades de la República Popular Democrática de Corea (RPDC) y asegurar que solo la política firme norteamericana y su presión militar impiden una supuesta acción ofensiva nuclear norcoreana.
Tal presión aumenta con la continuación de las prácticas bélicas con Corea del Sur cerca de las costas norcoreanas, en las que participan efectivos estadounidenses con base en la parte meridional, Japón y Hawaii.
EE.UU. quiere así no solo intimidar a la RPDC, sino exhibir fuerza ante China, con la cual trata de exacerbar divergencias con algunas naciones vecinas sobre pretensiones territoriales en el Mar del Sur de China.
Asimismo, Washington pretende impedir que cunda el ejemplo de Filipinas, cuyo presidente, Rodrigo Duterte, anunció que no habría más maniobras militares conjuntas con Estados Unidos, incluyendo el patrullaje en la zona en disputa, y que llegó la hora de que su país sea verdaderamente libre de las malas influencias norteamericanas.
Pero tal como ocurre en el Medio Oriente y en la región centroasiática, Estados Unidos pretende entronizar una política –una mala política– que desdeña soberanías nacionales, mantiene agresiones y ocupaciones, implementa nuevas bases militares y se niega a todo tipo de diálogo distensivo, aunque pregone lo contrario, tal como ocurre en Siria.
Oportunidades de cambiar ese modo de ser no han faltado, tal como ha sucedido en varias ocasiones con el problema de la península coreana.
Recordemos queen las llamadas conversaciones hexapartitas, en Beijing,(EE.UU. RPDC, Sudcorea, Japón, Rusia y China) se había acordado que la RPDC congelaría y eliminaría su programa nuclear, a cambio de ayuda económica y el fin de la represalia política, como eso de incluirla en la lista de países terroristas.
La disposición norcoreana produjo satisfacción, por lo que implicaba para una verdadera política de distensión y protección a las naciones pobres, que libran una lucha desigual y difícil contra los planes imperialistas. Fidel expuso en una de sus Reflexiones: “era un gesto… no para el gobierno de Estados Unidos, ante el cual no cedió nunca, sino para China, país vecino y amigo, cuya seguridad y desarrollo es vital para los dos Estados”.
Pocos pueblos como el coreano han tenido que soportar tantas vicisitudes durante su existencia, algunas de ellas, pero la mayoría provocadas por la inhumanidad de aquellos que hasta hoy atentan contra su modo de ser y tratan de imponerle condiciones.
No son meras palabras, porque los hechos demuestran que métodos violentos, campañas mediáticas en su contra, argucias y sutilezas, no han podido evitar que el pueblo coreano insista en construir el socialismo con características muy propias.
Corea Democrática soportó una guerra de agresión y destrucción de Estados Unidos –que utilizó la bandera de Naciones Unidas y el apoyo de sus más cercanos aliados–, con saldo de más de cuatro millones de coreanos muertos, para luego dedicarse a la reconstrucción y llevar a cabo transformaciones radicales tendentes a garantizar las bases de la soberanía nacional.
Todo esto sin dejar de hacer esfuerzos para lograr la reunificación pacífica del país, generalmente respondida con provocaciones, intensificación de las actividades de espionaje, y sucesivas y masivas demostraciones de fuerza militar.
Tan es así que la decisión de la RPDC de realizar un programa nuclear genero el revuelo imperialista, y llevo a un acuerdo en 1994, que fue violado repetidamente por Estados Unidos, al asumir la administración de George W. Bush el poder.
Fueron incumplidos el suministro de petróleo y la construcción de dos plantas nucleares de agua ligera, a fin de sustituir la norcoreana de plutonio, de la cual se podía obtener el arma nuclear. Ello, añadido a inundaciones y sequías consecutivas sin precedentes, agravó el modo de vida de la población, que también había tenido que afrontar la desaparición de la Unión Soviética.
En tales circunstancias, la dirección coreana realizó su primera prueba atómica, corriendo los riesgos que ello implica, pero obligando al mismo tiempo a una reflexión global en la que los intereses de Estados Unidos no eran los únicos.
Esto hizo posible que se avanzara hacia la distensión, en la que las mencionadas conversaciones jugaron un importante papel.
Pienso que tal método puede ser nuevamente utilizado, porque muestra un camino posible de emprender, para el que solo faltaría la disposición de las partes interesadas y, principalmente, de la disposición de Estados Unidos de dejar a un lado su empecinamiento por establecer a toda costa una política hegemónica.
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