Nada de solidaridad
19 de julio de 2016
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En medio de grandes sucesos mediáticos como el intento de golpe de Estado en Turquía, el nuevo ataque terrorista en Francia, esta vez en Niza, y la nueva arremetida que la reacción emprende para desmembrar a Siria, queda algo oculta o no llama tanto la atención los hechos que provocaron la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, votada mayoritariamente por el pueblo inglés.
Se pudiera decir que Gran Bretaña es una de las naciones privilegiadas en el denominado Viejo Continente, donde ostenta el segundo lugar en lo que se refiere a materia económica y el primero en lo militar, por lo que su ruptura choca con los intereses del resto y causa ronchas a Alemania, cuyos bancos hacen y deshacen hasta ahora, incluso por encima del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, que ya es decir.
Pero pese al presunto privilegio británico, subyacían resquemores de una gran parte de la nación acerca de tener que correr con las deudas de los demás y aceptar cuotas obligatorias de emigrados no deseados, que pudieran poner aún más en peligro los empleos.
Esto, por supuesto, habla de la insolidaridad británica, pero también hay que ver que muchos de esos acápites del tratado que creó la Unión Europea fueron manejados hábilmente por intereses alemanes y principalmente los ya mencionados bancos y los grandes propietarios del capital financiero.
O sea, hay que ver en esto que ciertos reglamentos golpeaban, y golpean, a las clases menos pudientes británicas, además de que se impedía a todos los europeos la práctica de una política inflacionista, keynesiana, anticíclica –menos malo que el neoliberalismo salvaje–, cuando pudiese ser necesario, además de prohibirle el antagonismo económico exterior, principalmente con Estados Unidos.
No hace falta ser economista para entender que ninguna unión entre personas, pueblos y estados puede durar mucho, si se basa en prohibir la solidaridad entre sus componentes.
Si los pueblos de Europa aceptaron la idea de la unificación no fue para encaminarse a la ruina sin tener garantías de seguridad y prosperidad.
Al negar a sus socios la ayuda que necesitan, los dirigentes alemanes deslegitiman en gran medida el ideal de la Europa unida como el de la moneda única, así como su propia ambición de encabezar el continente.
Y uno se preguntaría de qué puede servir una Unión que moviliza todos sus medios para salvar a los bancos que provocaron la crisis del 2008, pero que se niega a hacerlo con un pueblo europeo, como el griego, amenazado por ellos, los cuales habían sido puestos a flote gracias al dinero de los fondos públicos.
Realmente, habrá que esperar a ver cómo sale Gran Bretaña de esta ruptura, que llaman Brexit (Br, Gran Bretaña; exit, salida), pero la razón de que otros no lo hagan, por el momento, es el temor por las consecuencias que podría tener, además de ciertos intereses de sus clases dirigentes
Se dice que la extrema derecha se aprovecha de esta situación, pero lo importante es ver cuanto tiempo aguantará esta unión ante un posible agravamiento de la crisis económica.
Algunos analistas coinciden en señalar que, al igual que en el sigloXX, Alemania pagará también el precio de su egoísmo. Políticamente, porque su propio papel se verá socavado. Económicamente, porque su actitud ahogará a los compradores de sus productos. Hay que ver cuándo se dará cuenta, y también si será demasiado tarde.
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