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Mosul y lo que viene ahora

10 de julio de 2017

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Tres años atrás el grupo terrorista denominado Estado Islámico había dado quizás el mayor golpe en su afán de conquista. Era junio de 2014 cuando sus hombres tomaron la ciudad iraquí de Mosul y levantaron la bandera del Califato, dando por sellada su pretensión de dominar a través del terror un enorme territorio que se extendía a la vecina Siria.
Comenzaba con aquel hecho quizás la etapa más cruenta de un conflicto que involucraba a una población que vivía con las secuelas de la invasión y ocupación de Iraq por parte de tropas de Estados Unidos y la OTAN.
Hoy, julio 9 de 2017, la ciudad de Mosul ha sido liberada totalmente, dijo el primer ministro iraquí, Haider al-Abadí, quien reconoció el valor de los soldados que hicieron suya la reconquista de ese territorio patrio.
Mosul es la capital de la rica provincia petrolera de Ninive, en el norte de Iraq y quizás por ello su reconquista por el ejército local resultó más complicada de lo que se esperaba, pues el Estado Islámico financiaba la adquisición de armas y la contratación de mercenarios europeos y de otras partes, con dinero salido del petróleo que tomaban de los yacimientos en tierra gobernada por ellos.
Cuando los terroristas tomaron la ciudad, en la misma había entre 10 000 y 30 000 soldados, que en su mayoría depusieron las armas y huyeron ante la arremetida bestial. Además, cerca de un millón de sus habitantes tuvieron que huir y hasta hoy andan dispersos en un mundo de locura y pesadilla.
Aquella derrota militar de las fuerzas locales tuvo dos reacciones fatales a nivel mediático: el Estado Islámico se congratulaba de haber conquistado una plaza determinante, para extender luego —como lo ha hecho— sus garras hacia otras ciudades y pueblos de Iraq y Siria. Y el segundo componente negativo fue el pánico de la población al sentirse indefensa pues los militares que la debían proteger habían entregado las armas.
Un golpe letal ocurrió contra las instituciones del gobierno iraquí que tuvieron que convivir con un régimen cruel llamado “califato” que impuso el terror y la muerte, mientras cientos de miles de pobladores salían en estampida de la urbe.
Vale recordar que Mosul tenía casi dos millones de habitantes, entre los cuales se mezclaban árabes, kurdos, asirios, turcomanos y otras minorías.
Antes de su liberación ocurrida este domingo, las fuerzas militares iraquíes tuvieron que enfrentar dificultades y cambar tácticas. Por ejemplo, no podían avanzar desde la parte oriental de la ciudad porque todos los puentes que unen la urbe con la zona occidental a través del río Tigris habían sido destruidos. Esto provocó que los militares de Iraq tuvieran que avanzar desde el sur de Mosul hasta la ciudad misma.
De acuerdo con datos de la ONU, en los últimos nueve meses de batalla por la reconquista de Mosul, más de mil personas murieron, la mitad de ellos civiles.
De todas formas, la pesadilla del pueblo de Mosul como la de Iraq toda, tendrá una nueva fase desde ahora, por cuanto la reconstrucción de todo lo destruido necesitará de mucho más de mil millones de dólares.
Según la experiencia anterior, cuando la invasión y ocupación norteamericana, para reconstruir lo destruido hacían falta más de 60 000 millones de dólares, cifra que hábilmente Washington distribuyó entre empresas norteamericanas como la Halliburton, que, a través del fraude y la corrupción, se apoderaron del dinero y no cumplieron con la reconstrucción.
En última instancia, el petróleo iraquí pagaría las astronómicas cifras de dólares, mientras la población sigue esperando por lo prometido.

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