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Milagros y realidades

16 de octubre de 2017

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Ya parece que la época de los milagros pasó a otra historia, porque en este, cuando se regresa a la realidad, los problemas empeoran y lo que no lo eran, ya lo son.

Así es el caso de Ucrania que, tras el golpe de la ultraderecha urdido por Washington está hoy en una bancarrota total, producto de una servil actitud para complacer a la política antirrusa norteamericana y su entrega con pies y manos atados al Fondo Monetario Internacional (FMI).

No por gusto en este continente, durante la Revolución Ciudadana, el entonces presidente de Ecuador, Rafael Correa, jamás acepto la ayuda injerencista del FMI, un canto de sirenas que lleva al abismo a cualquier pueblo no preparado.

Hoy Ucrania se encuentra en plena recesión, luego de haber aceptado ayudas multimillonarias del FMI, pensando que todo sería como el mejor elaborado Plan Marshall estadounidense que alivió los problemas de las naciones capitalistas del occidente de Europa, tras la devastación causada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Con el advenimiento de Ucrania a los brazos de Occidente, EE.UU., pensó que el aislamiento de Rusia sería más profundo, si el “Kremlin mantenía su rumbo actual”, es decir de independencia, sin amedrentamiento ante sanciones injustas, ilegales y propias de políticas injerencistas, como las que inició Obama al respecto y hoy continúa alegremente, con más fuerza, el controvertido Donald Trump, un presidente extremadamente peligroso para el mundo, porque lo puede llevar a un abismo.

No tengo en mi poder el monto de los más recientes prestamos del Fondo a Ucrania, pero han sido superiores a los 27 000 millones de dólares del 2015 y 2016, de ellos18 000 millones para salir de la bancarrota, que no logró.

A pesar de la “firme solidaridad” expresada por Estados Unidos y la Unión Europea a Kiev, tras la pérdida de Crimea -cuyo pueblo eligió democráticamente regresar a la Federación de Rusia-, todos los préstamos vienen con duras condiciones, lo cual que ha provocado protestas en el país, reprimidas con violencia.

El gobierno del millonario Poroshenko ha aprobado medidas de austeridad pedidas por el FMI, como la del aumento del 50% del precio del gas para la población y del 40% para las industrias.

Otra medida difícil correspondió al Banco Central, que dejó de apoyar al grivna ucraniano en los mercados.

El grivna ya había comenzado a devaluarse desde principios del 2015,  a medida que el banco central empezó a limitar sus intervenciones en el mercado interno.

Pero además de los préstamos del FMI, ya hay otros comprometidos con EE.UU. la Unión Europea y Japón.

Con ese apoyo, Ucrania debería  haber sentados “las bases de un crecimiento estable y duradero”, como aseguró Poroshenko, pero nada de eso ha pasado, porque las condiciones son extremadamente duras.

Analistas creen que el Fondo aceleró las negociaciones porque temía que Ucrania se convirtiera en insolvente en cuestión de meses.

Pero no todo es malo, sino… peor, por el anuncio de Trump de que mantendrá la política de “desplegar un abanico de experiencia financiera y técnica, empleando todas las medas a su alcance para ayudar a Ucrania”, consciente de que es un importante peón contra Rusia.

Así, tanto los departamento de Justicia, Comercio, Estado y del Tesoro, así como la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) y la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) continúan con su asilencia, bajo la influencia de una propaganda que habla sobre milagros, con el fin de ocultar las realidades.

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