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México cercenado

23 de julio de 2018

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Pese a los buenos oficios del presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no frenará las acciones represivas contra los inmigrantes, ilegales o no, en un quehacer establecido por el verdadero poder estadounidense de evitar la mexicanización de Estados Unido       s, y que la operación de ese origen sea beneficiosa a lo que ellos raza        primordial autóctona, y en la que predominan lamentablemente allí los supremacistas blancos.

O sea, Estados Unidos, la nación que se dice que es la que ejerce la mayor democracia en el mundo, no tiene nada de esto en absoluto, cuando se trata de razas consideradas inferiores, no importa       que sean personas blancas, rubias y ojos azules o verdes, si son “latinas”.

Desde la llegada de Trump al poder, el entonces encargado de la Seguridad Nacional, general John Kelly, hoy jefe de gabinete de la Casa Blanca, sugirió colocar a 100 000 soldados en la frontera, donde ya se ha construido más de la mitad de un murto separador, comenzado por Clinton y seguido por Obama, en tanto Trump espera el permiso del legislativo para emplear unos 25 000 millones de dólares en su terminación.

Pero lo cierto es que ni los buenos oficios de López Orador, ni las súplicas de Peña Nieto, ni la intervención del premier canadiense, Justin Trudeau, han podido impedir que la frontera se vaya convirtiendo en una zona de guerra, y en este contexto, y por primera vez en su historia, la Conferencia de Obispos Católicos de México conminó a EE.UU. a que reconsidere su bélica actitud.

En esta participan, además de la fuerza militar, la Protección de Aduanas y Fronteras, que posee varios drones que sobrevuelan la frontera, así como 12 000 sensores, casi 1126 kilómetros de bardas y otras tecnologías que incluyen cámaras infrarrojas.

También Inmigración y Control de Aduanas tiene a su cargo varias fuerzas operativas con personal de otras agencias como el Pentágono, la DEA y el Departamento del Tesoro.

Para Brian Stelter, de CNN, el despliegue de la Guardia Nacional en la frontera constituye un “truco del Partido Republicano” y una “crisis manufacturada” con lo que Trump busca el “triunfo” de su partido.

Trump se valió de una caravana de inmigrantes provenientes de Honduras que llegó a México y que el presidente de EE.UU. inventó que iban a cruzar la frontera. Lo peor es que aprovechó la situación para presionar a México en las negociaciones del Tratado de Libre Comercio y sacar ventajas humillantes.

Nada de esto es nuevo para aquellos que han cercenado históricamente a la nación mexicana, que tuvo sus primeros balbuceos en el impedimento de la independencia de Texas durante 1835 y1836, preludio de la guerra usurpadora de 1845.

En 1848, hace 170 años, Estados Unidos arrebató la mitad del entonces territorio mexicano, aprovechando la superioridad militar y el equivocado manejo de pésimos gobernantes. En fin, se apoderaron de la mitad de la nación.

Sería un grave error de juicio no entender que la guerra multidimensional de EE.UU. contra México ha sido permanente desde 1835 y que ahora se ha acentuado con su decaimiento como otrora superpotencia unipolar y cuyo multiculturalismo le ha encapsulado en una profunda crisis de identidad.

Así se resalta en el libro ¿Quiénes somos?: los desafíos de la identidad nacional de EEUU, de Samuel Huntington, uno de los principales planificadores del evangelismo supremacista norteamericano.

Ya en pleno auge del neoliberalismo, el ex secretario de Defensa Caspar Weinberger escribió las Próximas guerras de EE.UU., en coautoría con Peter Schweizer, miembro del Instituto James Madison, con prólogo de la ex primera ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher.

Weinberger evoca cinco guerras de EE.UU., contra la República Popular Democrática de Corea, Irán, Rusia. Japón… y México.

Y es que sobre este último país, desde hace 22 años hasta la fecha, el pretexto de la “remilitarización” de la frontera y/o la enésima invasión de EE.UU., a México no ha variado en referencia a los carteles de la droga –que son pertrechados con armas de alto calibre de EE.UU.– y cuyos negocios son blanqueados en sus bancos, como es el caso del Stanford Bank y el Cartel del Golfo y/o del banco Wachovia, que fue obligado a fusionarse con el banco Wells Fargo- y que ahora en la etapa de declive demográfico de los supremacistas, se suma al factor migratorio ya no solamente de México, sino de Centroamérica.

 

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