¿Mali? Mal
6 de agosto de 2018
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Si las elecciones en Zimbabwe fueron apoyadas por su pueblo,pese a la crisis política y alimentaria que vive el país, las de Mali fueron toda una caricatura, conapenas la cuarta parte de la población electoral ejerciendo un voto insuficiente para elegir a un presidente en la primera vuelta, entre 24 aspirantes.
El presidente saliente de Mali, Ibrahim Boubacar Keita, y el opositor Soumaïla Cissé se verán las caras en una segunda vuelta electoral prevista para el próximo día 12. Según el Ministerio de Administración Territorial de Mali, Keita ha sido el vencedor con un 41% de los votos, mientras que Cissé logró el 17,8%. Ninguno consiguió apoyo suficiente para proclamarse vencedor sin necesidad de una segunda vuelta electoral, que era del 50% más un voto.
Los comicios fueron realizados en parte del centro y sur del país, porque todos los centros electorales fueron pastos de las llamas provocados por grupos armados que chocan entre sí y las tropas ocupantes de Naciones Unidas, en su mayoría francesas, que tratan de defender los intereses de las transnacionales en la zona, principalmente las reservas de uranio.
La equivocada política de Occidente, principalmente de Estados Unidos, ha sido un caldo de cultivo para fortalecer la insurgencia, entre la cual se encuentran grupos sindicados de terroristas como Boko Haram y Al Qaeda, que nacieron, según especialistas, promovidos por las inteligencias occidentales e Israel, algunos de los cuales actúan independientemente en varios o todos los casos, según su conveniencia.
El ejército sólo controla la mitad del país, con apoyo de asesores y armamento de Francia, que abandera a su aliado Keita.Un reciente enfrentamiento entre las fuerzas francesas y un grupo opositor en el norte de Mali pone de manifiesto la constante inseguridad en el país.
“No hay tregua “, titula “Ouest France”. Y con razón, porque violentos enfrentamientos en la frontera con Níger enfrentaron aopositores y paramilitares organizados y armados por París, que trata de no exponer a sus soldados.
Lejos de apaciguarse, la situación en el norte de Mali lleva años estancada. Desde el 2013, los grupos opositores se mueven constantemente y ponen en jaque al ejército local y a las fuerzas ocupantes de Naciones Unidas, que son patrocinadas por Estados Unidos, que envía asesores, fuerzas especiales y moderno armamento, además de que ha logrado vender drones de última generación a Francia.
Lo más grave es que la situación se desborda ahora en los países vecinos, en particular Burkina Faso y Níger. Es así que la ONU ha advertido sobre la inseguridad que “sigue creciendo y gana progresivamente el centro del país”.
Esto genera el temor global de la implantación del Estado Islámico en el Gran Sahara, una entidad integrada generalmente por mercenarios extranjeros, muchos de ellos fanáticos, que utilizaron crueles métodos de exterminio en Iraq y Siria, bajo la política de crear un califato. Sus huestes han sufrido fuertes derrotas por la acción combinada del ejército sirio y la aviación de Rusia.
Regresando a Mali, las pérdidas de control territorial, junto con una creciente fragmentación de los grupos armados [unionistas], según sus etnias, es lo que conducen al desarrollo de entidades bélicas que no firmaron el Acuerdo de Argel de 2015 para la paz.
Keita ha tenido una política errada durante estos cinco años, pero a conveniencia de Occidente, sobre todo de París, parece que se mantendrá en el poder, ahora bajo la endeble legalidad electoraldeun país que se despedaza.
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