Maldad química imperio-sionista
1 de mayo de 2013
|Por primera vez, Estados Unidos acaba de anunciar que intervendrá militarmente en Siria, si se comprueba que el gobierno de Bashar al Assad está utilizando armas químicas contra la oposición armada, entrenada y financiada por el propio EE.UU., sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y satrapías árabes del Golfo Pérsico.
La amenaza estadounidense ha sido precedida por “indignadas” declaraciones del presidente Barack Obama, quien mostró preocupación de que se contaminen naciones vecinas, por lo que EE.UU. tendría que adoptar una posición más “enérgica”, sin referirse a declaraciones anteriores de Damasco acerca de la utilización de esas armas prohibidas por elementos mercenarios infiltrados desde Turquía.
Es decir, el pretexto para llevar la agresión a Siria a un nivel más alto es el utilizado en varias zonas por los agresores contra la población civil, ante la imposibilidad de hacer retroceder al ejército.
También ignora Obama la declaración del gobierno de Damasco de que jamás utilizaría armas químicas contra la población, las continuadas proposiciones de diálogo a la oposición local y la amnistía anunciada por Al Assad a quienes depongan las armas.
Nada de esto le interesa al “Nóbel de la Paz”, que ha recibido el apoyo de sus aliados, principalmente Israel, a favor de una mayor intervención en una nación que en poco más de dos años de agresión interna y externa ha sufrido la pérdida de más de 70 000 vidas y el desplazamiento y exilio de varios millones de sus habitantes.
Incontables son los asesinatos en poblados escogidos también por la oposición armada interna para culpar al ejército de la violencia, sin contar el fuerte trabajo de inteligencia del Mossad israelí, del M-16 británico y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, que costó inicialmente la vida a los seis mejores pilotos de la aviación siria y las principales figuras del Ministerio de Defensa y del Interior en sus propias sedes de Damasco.
A ello se suma el fundamentalismo del terrorismo ciego y anárquico de Al Qaeda, utilizado y perseguido aparentemente por EE.UU.; y de otras entidades, cuyos integrantes, pero no sus jefes, ignoran que están haciendo el trabajo sucio del Imperio.
La hipocresía sin límites de quienes gobiernan en Estados Unidos es precisamente la tácita alianza con Al Qaeda, cuya presunta participación en los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington dio pretexto al Imperio para crear su guerra contra el terrorismo.
Algo que también ha provocado la extrema amenaza imperial de invasión -no se sabe si por medios tecnológicos y con utilización puntual y más destructiva de sus aliados regionales- es la continuada rendición y deposición de las armas de grupos que no han podido resistir el empuje del ejército árabe más combativo del área.
Pero aún se mantienen diversos bastiones de la reacción, que controla oleoductos, gasoductos y una refinería, y que ya recibe abundante dinero por exportación de petróleo a Occidente.
Irrita al Imperio que no solo el gobierno sirio resista la ofensiva armada terrorista y la abundante y aturdidora campaña mediática para justificarla, sino que también haya podido conservar la unidad de las fuerzas armadas y el apoyo de gran parte de la población que aún se mantiene en el país, lo cual ha contribuido al actual retroceso de mercenarios dedicados a atentados indiscriminados y torturas de familias enteras, que incluyen el desmembramiento de cuerpos.
Particularmente indigna es la campaña mediática de mentiras en torno a esta agresión emprendida por Estados Unidos y sus principales cómplices, a la cual, según señalé en un anterior comentario, se han sumado colegas de algún renombre que se dicen objetivos e independientes, pero que, en realidad, se han prestados solapadamente a la campaña antisiria, cómo ya lo habían hecho en relación a Libia e Iraq.
Solo la decisión y la actitud combativa del gobierno y del ejército en lo interno, y un mayor y efectivo apoyo de Rusia y China en lo externo, podran dar al traste con esta peligrosa confrontación incoada por el imperialismo, que hoy amenaza con una abierta y destructiva intervención.
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