Macron, agradecido
4 de diciembre de 2017
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Emmanuel Macron, quien llegó al poder aprovechando la campaña contra la ultraderecha y apoyado por providenciales y nada casuales millonarios donantes, ya está comenzando a devolver favores, y se apresta a reducir los impuestos al uno por ciento que controla las mayores riquezas de Francia.
Esto sin considerar su aval a leyes antiobreras que obligan al trabajador a someterse aún más al patrón, y todo desde un ángulo democrático, mostrándose con buena presencia y figura, modelando en favor de una oculta y tan peligrosa reacción, que nada tiene que envidiar a los fascistas de Marine Le Pen.
Pese a las justificaciones del Presidente francés, ya prepara para el 2018 la supresión parcial del impuesto sobre la riqueza que pagaban los franceses con un patrimonio superior al millón 300 000 euros. Además, no tasará las acciones sobre bienes de lujo como yates, caballos o aviones privados. Todo un regalo que costará 3 200 millones de euro al fisco, es decir, un dinero que podría aliviar la vida de los más necesitados, sin esquilmarle nada a nadie.
Sin embargo, el destacado economista Philippe Lege asegura que serán 4 000 millones de euros los que no llegarán a las arcas públicas, y explica que “los regalos fiscales son una de las razones que explican el incremento de la deuda y el déficit del Estado francés”.
Y fue este Macron por quien votó el pueblo francés, en castigo al anterior gobierno que se decía socialista y por temor a un personaje como Le Pen. Ahora la mayoría está de acuerdo en que las medidas de Macron benefician a las clases pudientes y hacen recordar al derechista ex presidente Nicolás Sarkozy, quien en agosto del 2007 limitó los impuestos en un 50%.
Pero hay más sobre Macron: además de suprimir parte de los impuestos, también favorecerá a los ricos con la limitación en 30% de lo que llaman fiscalidad del capital, es decir, los dividendos, plusvalías de acciones, etcétera.
Otro economista local, Enric Bonet, asegura que con la bajada de impuestos a los más rico, Macron aspira a que París se convierta en la nueva capital financiera de Europa.
Su gobierno pretende atraer a buena parte de los 10 000 empleos que la City de Londres perderá a causa del Brexit, y para ello ofrece condiciones fiscales ventajosas a las entidades bancarias que se instalen en la capital francesa, aunque tendrá que competir con alguna sede de la poderosa Alemania, como Frankfurt.
Y todo ese afán de rebajar los impuestos a los ricos y fortalecer a los poderosos bancos, ya han sido antecedidos por las que ya mencionamos leyes antiobreras del 22 de septiembre último, que limitarán considerablemente las ayudas al alquiler y suprimirán decenas de miles de trabajos subvencionados.
Para endulzar la amarga situación, el gobierno prometió, solo prometió, que suprimirá los impuestos a la vivienda para el 80% de los hogares más humildes.
Y es que Macron es partidario del falso axioma de que las desigualdades favorecen el crecimiento, pero, realmente, no hay pruebas de ello, y hasta el conservador Fondo Monetario internacional afirmó en un informe que no hay pruebas que muestren que la progresividad sea perjudicial para el crecimiento, como afirma el Presidente francés.
La tapa al pomo la puso el economista Fredéric Farah, al recordar que “aunque sea un hombre joven, Macron piensa como un viejo liberal”, y no hay que olvidar que el Presidente “es un producto de una franja estrecha de la población francesa. Sus apoyos vienen del mundo de las elites empresariales”. A estas responde Macron, agradecido.
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