Los visibles invisibles
27 de abril de 2021
|
Lamento mucho cuando un ser querido abandona su nación de origen y va a refugiarse en un país como Estados Unidos, que generalmente lo desprecia.
Y más cuando es una joven blanca, casada con un panadero mulato, motivo por lo cual ambos se vieron obligados a ir de ciudad en ciudad, sintiéndose despreciados en ese mundo de puro racismo, hasta que llegaron a los Ángeles, aparentemente un lugar de mucha permisividad, pero que ha hecho real aquella frase fílmica de Vivir y Morir allí.
Ciudad versátil, en su pleno centro se hallan 54 manzanas o cuadras exclusivamente para “residencia” de los marginales, que viven en pleno hacimiento, en las calles, sin atención adecuada, víctimas o hacedores de la violencia que tanto abunda en Estados Unidos.
El matrimonio fue disuelto a la fuerza, al morir el esposo a tiros, por el desprecio a la vida que dimana en todas partes, no sólo en los lugares infortunados. El ser querido no ha dado muestra de existencia y no sé si ha tenido tiempo de estar arrepentida de haber dejado su suelo natal para tratar de ser parte de ese manido “American Way of Life” que tanto engaña.
Aunque no tengo cifras de los últimos dos años, en los que la COVID-19 ha convertido a EE.UU. en el país con más mortalidad a causa de la epidemia, el número de delitos violentos subió un 18% en el 2018, mientras que los que afectaron la propiedad creció en 11%.
El aumento en el delito violento ha sido resultado de un alza en asaltos, con un incremento del 22%, con amplia incidencia de violación, agresión sexual y robo, así como los que involucraban armas o lesiones.
Esto no puede resultar una sorpresa, cuando la narración de la vida que llevan esos millones de seres humanos sólo cuentan para estorbo de la realidad económica, mientras muestran como los estadounidenses que nacen en la pobreza tienen más probabilidades que nunca antes de seguir así.
La pobreza y la desigualdad galopan juntas en Estados Unidos, pese a la opinión en contra que tenía el ex presidente Donald Trump, quien criticó informes al respecto, sosteniendo sin razón que eso sólo incumbe a los países del Tercer Mundo.
“Estados Unidos, una de las naciones más ricas del mundo y la ‘tierra de oportunidades´ se está convirtiendo rápidamente en un defensor de la desigualdad”, concluyó un informe de Naciones Unidas, rechazado por Trump, quien dos días antes había retirado a EE.UU. del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Lo cierto es que millones de norteamericanos están sin casa, sin dinero y con hambre, agravado por la deformación que realiza la parte dominante de una sociedad hábilmente transformada en un ente egoísta, tal como hacen quienes mucho tienen y nada dan.
Y es que muchos de esos que piensan egoístamente son también gente humilde, pero en algo pueden laborar, aunque se vean obligados a trabajar desde la madrugada hasta el anochecer, en labores fuertes como la construcción o haciendo trabajos que el norteamericano medio no quiere hacer.
Ahora, en vez de soliviantar tanto el escenario mundial con una política hostil y continuadora de sanciones, el todavía flamante presidente Joe Biden podría poner en práctica su interesante y ambicioso programa de justicia social, lo cual lo exaltaría por encima de Trump y anteriores mandatarios carentes de la decisión política para evitar que persista la extrema pobreza en un país tan rico como Estados Unidos.
Comentarios